miércoles, 27 de febrero de 2013

Nadie lo dijo más claro

 
Para saber por qué nos ocurre algún hecho puntual en la vida, tenemos que esperar a ver lo que viene luego.
 
En el momento es imposible comprender la razón, pero hay que confiar. Lo que pase después nos explicará para qué sucedió lo anterior.
 
La respuesta llegará, si dejamos que el universo fluya.
 
Eso era algo que solía decir la persona a quien llamo "verdadero maestro", pero nadie lo dijo más claro que The Beatles.
 
"There will be an answer.
Let it be".
 
 
 

Energía malgastada

 
Tratar de obtener alguna predicción del maestro era un esfuerzo inútil. Cuando intentaba sonsacarle alguna profecía, me respondía con hermético silencio.
 
Una sola vez habló del tema, y ya no volví a pedirle vaticinios.
 
"En lugar de derrochar energía tratando de prever el futuro", me dijo, "utilízala para crearlo".
 
 
 

Una vez que

 
"De nada más necesitarás desprenderte", me dijo un verdadero maestro, "una vez que te desprendas de la idea de que algo te pertenece".
 
 
 

martes, 26 de febrero de 2013

La forma de vivir el presente

 
Vivir el presente es imposible. Si estamos esperando para atraparlo, todavía es futuro, y cuando queremos asirlo, ya es pasado.
 
Lo que nace como un sano consejo, "vivir el presente", termina frustrando a quien lo intenta.
 
La idea era positiva, bien intencionada. Falló la forma de comunicarla.
 
Existe, por suerte, una mejor manera de expresarla.
 
Una gran amiga, una de las personas más brillantes que conozco, habla de "estar donde está el cuerpo". Lo cual significa tener la mente, a cada momento, sumida en la misma actividad que está realizando el cuerpo.
 
El cuerpo responde a lo que piensa la mente; cree en lo que dice la mente, y reacciona en consecuencia.
 
El cuerpo no distingue entre pasado, presente y futuro. El recuerdo de una tragedia hace que en el organismo se desaten los síntomas de la angustia, como si el desafortunado hecho estuviera reeditándose en el presente. Asimismo, la preocupación por un supuesto problema futuro, hace que el cuerpo se estrese ahora, en el instante actual.
 
El cuerpo tampoco distingue entre realidad, imaginación y fantasía. Un sueño inquietante hace que uno se despierte transpirando. Si llevamos unas horas sin comer, no hace falta tener un suculento bocado frente a nosotros; basta con pensar en algo que nos gusta, para que el cuerpo secrete saliva en la boca y jugos gástricos en el estómago.
 
Por eso es tan dañina la costumbre --o la enfermedad, deberíamos decir-- de tener el cuerpo en un lugar y tiempo, y la mente en otro lugar y tiempo, disociada del cuerpo; porque no le permitimos al cuerpo hacer lo que necesita hacer en cada momento. Cuando comemos o descansamos, pensamos en el trabajo. Cuando trabajamos, pensamos en comer o en descansar. En otras palabras, le damos al cuerpo la orden de digerir o de relajarse, cuando lo necesitamos cerebralmente activo, y luego le damos la orden de activarse cerebralmente, cuando necesitamos que digiera o que se relaje.
 
Si pensamos en el trabajo mientras comemos, el cuerpo sufre la contradicción de tener que estar generando químicos para resolver un problema laboral en el cerebro, en lugar de generar químicos para procesar alimentos en el estómago, lo cual resulta en una digestión complicada.
 
Suele decirse que la iluminación consiste sencillamente en comer cuando uno come, bañarse cuando uno se baña, trabajar cuando uno trabaja.
 
Estar donde está el cuerpo.
 
Hacer lo que está haciendo el cuerpo.
 
Eso, tan fácil de practicar, es lo que en realidad postula el impracticable postulado de vivir el presente.
 
 
 

lunes, 25 de febrero de 2013

La única forma

 
Seguir las enseñanzas de alguien, me dijo un verdadero maestro, es como dibujar sobre líneas punteadas. Si te conduces con fidelidad y dedicación a través de los puntos, obtendrás un dibujo correcto, prolijo, dotado incluso de cierta belleza.
 
Pero la única forma de lograr una obra de arte, es animarte a pintar sobre un lienzo en blanco.
 
 
 

viernes, 8 de febrero de 2013

Los cien y don Alfonso

 
La entrada del miércoles fue el texto N° 100 publicado en esta página. Cien formas de expresar las ideas que me vienen dando vueltas en la cabeza desde hace años, y que el destino quiso que en estos meses tuviera el tiempo y la energía para bajarlas a la pantalla.
 
Cuando me propuse armar esta página, apunté a un único objetivo: publicar textos sobre los temas que me interesaría leer a mí en otra vida, como si fuera don Alfonso.
 
Don Alfonso era un tipo igual a cualquier otro, pero se diferenció del resto para mí cuando me confesó un secreto que le había revelado a poca gente: creía fervientemente en la reencarnación. Tan fervientemente creía, que se dejaba mensajes a sí mismo, en esta vida, para sus vidas posteriores.
 
No era fácil, la tarea de don Alfonso. Tenía que ubicar esos mensajes estratégicamente, para asegurarse de encontrarlos en su siguiente venida. Ese era el principal dilema: ¿cómo lograr que, en su próxima visita a la Tierra, sin recordar la anterior, se topara, aunque fuera por casualidad, con lo que se había dejado a sí mismo?
 
La mejor manera que halló don Alfonso fue enfocarse en que los mensajes guardaran una férrea relación con las cosas, los temas y las actividades que a él le gustaban. Él adoraba cocinar, entre otras cosas, así que escribió un libro de recetas con los resultados de las mejores combinaciones culinarias que había ensayado en esta vida.
 
"Espero dar con este libro en la próxima", me decía, "para seguirlo completando".
 
Lo mismo valía, para él, respecto de vidas pasadas. Don Alfonso pensaba que los mensajes que se le aparecían en esta vida --hay mensajes todo el tiempo, en eso tenía razón-- eran recados que él se había dejado a sí mismo en existencias anteriores, siempre vinculados con sus inclinaciones y apetencias dominantes.
 
"Por eso trato de hacer sólo lo que me entusiasma", me explicaba, "así voy hallando lo que dejé para mí en otros tiempos". Porque, según su creencia, uno se encarna una y otra vez en esta vida con diferente sexo, diferente piel, diferente cuerpo... pero con las mismas pasiones.
 
 
 

miércoles, 6 de febrero de 2013

Uno puede optar

 
La mente funciona por objetivos.
Eso es irremediable.
Pero uno puede optar por fijarle objetivos que conduzcan a la infelicidad, o fijarle objetivos sanos.
 
La mente necesita entretenerse.
Eso también es irremediable.
Pero uno puede optar por entretenerla con pensamientos amargos, o entretenerla con pensamientos que entusiasmen al espíritu.
 
 
 

martes, 5 de febrero de 2013

División social (Parte 2 de 2)

 
Resulta cada vez más clara, al menos en mi opinión, la forma en que está empezando a separarse la sociedad.
 
Pronto habrá una nueva división social, tan profunda como cualquier otra.
 
La división entre materialistas y espirituales.
 
Me cuesta decirlo, porque trato, en lo posible, de expresar mensajes positivos. Pero esta división social se parecerá poco a la de pobres y ricos.
 
Se parecerá mucho, lamentablemente, a una más antigua: la de esclavos y hombres libres.
 
¿Podrán los emancipados ayudar a rescatar a los prisioneros de la materia?
 
Sí. Todo es posible con amor.
 
En última instancia, sin embargo, la lucha es interna de cada uno.
 
"Las divisiones de la sociedad no hacen más que reflejar la división del individuo", decía la frase de ayer.
 
Esta nueva división social será un reflejo del conflicto interno entre nuestra personalidad materialista, a la que le resulta cómodo esclavizarse porque le brinda seguridad, y nuestro verdadero ser espiritual, que no tiene miedo de ser libre.
 
 
 

lunes, 4 de febrero de 2013

División social (Parte 1 de 2)

 
Las divisiones de la sociedad no hacen más que reflejar la división del individuo.
 
 
 

viernes, 1 de febrero de 2013

La plenitud del ser (dolce far niente bis)

 
El hombre a quien llamo "un verdadero maestro" no hablaba italiano. Sin embargo, tras haber publicado hace algo más de un mes una entrada alusiva a una de sus enseñanzas, titulada "Dolce far niente", he hallado entre mis apuntes --los reviso periódicamente para alimentar esta página-- una segunda reflexión suya que encuentro emparentada con la apacible actitud de "hacer nada".
 
Tarde o temprano, decía el maestro, cualquier actividad nos aburre.
 
Ir cambiando de actividad antes de llegar al punto de hastío es un inteligente recurso, aclaraba, pero eso tampoco nos conformará en el largo plazo.
 
Por eso es tan sano, según él, hacer lo que uno quiere. Porque es la única forma de descubrir que eso que anhelamos no nos dará la felicidad. En cambio, mientras una actividad determinada permanezca como ilusión, como meta, como objetivo a lograr, seguiremos creyendo que en ella reside nuestra satisfacción.
 
En otras palabras, la verdadera importancia de seguir nuestros sueños radica en comprobar, al alcanzarlos, que al final no nos vuelven tan dichosos como creíamos.
 
Así, según el maestro, luego de haber cumplido y habernos desencantado con todas aquellas actividades en las que habíamos depositado la ilusión de la alegría, arribamos a la conclusión de que la plenitud del ser no reside en hacer esto o aquello.
 
Porque la plenitud del ser no reside en hacer, sino justamente en ser.