jueves, 20 de febrero de 2014

Osho vs. Mantra


Lo único que puedes conseguir entonando un mantra es embotarte la mente. Cualquier repetición te embota la mente; te atonta. Pasarte horas entonando un mantra te arruina la sensibilidad, te produce aburrimiento y sume a tu conciencia en una especie de sopor.

Las madres han sabido siempre que si un niño está excitado y no puede dormir, hay que cantarle una canción de cuna. Una canción de cuna es un mantra. La madre repite algo una y mil veces, hasta que el niño se aburre. La repetición constante genera un ambiente de monotonía. El niño no puede huir; tiene a su madre sentada junto a la cama y no puede escapar; no puede decir: "¡Cállate!" Tiene que escuchar. La única salida que le queda es dormirse, para liberarse de su madre y de la canción de cuna.

El mantra actúa de la misma manera: repites determinada palabra, hasta crear en ti un estado de monotonía. Toda monotonía es enervante y te embota; destruye tu agudeza.

El truco se aplica de muchas maneras. En los antiguos monasterios de todo el mundo (cristianos, hindúes o budistas) lo han aplicado a mayor escala. La vida en un monasterio es rutinaria; absolutamente programada. Cada mañana hay que levantarse a las tres, o a las cinco, y vuelta a empezar el mismo ciclo. Hay que realizar la misma actividad cada día, durante toda la vida. Es como entonar un mantra toda la vida, en forma de rutina. Poco a poco, a fuerza de hacer lo mismo una y otra vez, la persona se va pareciendo cada vez más a un sonámbulo. Tanto da que esté dormido o despierto; no hace otra cosa que repetir los mismos gestos y movimientos vacuos. Pierde la noción de estar dormido o despierto. Basta con ir a los antiguos monasterios y observar a los monjes paseando dormidos; se han convertido en robots. Desde que se levantan por la mañana hasta que se acuestan, no hay nada destacable; los ámbitos se solapan. Y es exactamente igual todos los días.

De hecho, las palabras "monótono" y "monasterio" proceden de la misma raíz. Ambas significan lo mismo.

Puedes crear una vida tan monótona que no sea necesaria la inteligencia. Cuando no necesitas la inteligencia, te embotas, y cuando estás embotado, sientes, desde luego, una especie de paz y un cierto silencio; pero no son reales: son "seudo". El verdadero silencio es muy vivo y palpitante; el verdadero silencio es positivo y está cargado de energía; es inteligente, consciente, y está pletórico de vida y entusiasmo.



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