miércoles, 31 de octubre de 2012

Verdadero problema


Marketing no le falta, al autoconocimiento. Psicólogos y gurús de autoayuda nos han convencido de los beneficios de conocerse a uno mismo.

¿Qué significa, sin embargo, conocer a alguien?

Muchas veces, cuando le digo a alguien: "Yo te conozco", le estoy diciendo: "Yo sé cómo sos, sé cómo vas a reaccionar ante cualquier situación, sé cuáles son tus puntos fuertes y tus partes débiles. Sé cuáles son tus límites".

Si ése es el caso, entonces lo estoy definiendo, encasillando, congelando. No le estoy dando lugar al cambio, a la superación, a la evolución.

Para decirlo más fuerte, lo estoy matando.

Lo cual no implica un riesgo para él, porque sólo estoy matándolo en mi cabeza, en mi concepto, en mi creencia.

Él sigue vivo. Y mientras siga vivo, sigue latente en él la posibilidad de cambiar, de crecer, de superarse.

Lo único muerto es mi descripción de él.

Por más terrible que suene todo esto, insisto, en comparación no es tan grave, mientras se trate de otra persona. Esa persona seguirá con su vida, pensemos lo que pensemos de ella.

El verdadero problema es tener una descripción de uno mismo.


martes, 30 de octubre de 2012

Sobre "Una leyenda"


Los antropólogos se asombran, una y otra vez, al descubrir que pueblos diversos, aparentemente sin contacto entre sí, llegan a conclusiones parecidas cuando buscan respuestas trascendentales.

En el mito de la entrada de ayer hay coincidencias con Platón, por lo de recordar; con el Antiguo Testamento, por lo del descenso del paraíso a causa de la curiosidad, y sobre todo con Cristo, por lo de encarnar en el hombre.

Pero hay algo particular que no deja de sorprenderme, al establecer un paralelo entre la leyenda de esa tribu y la historia de Jesús. El mito tribal apunta, claramente, al mismo fin que para muchos resume el mensaje de Jesús. 

Distintos maestros pasaron por esta vida con diferentes prédicas. Sería imposible ponerse de acuerdo y resumir en una palabra lo que cada uno vino a transmitir, pero sólo como ejercicio podría hablarse del desapego en Buda, de la humildad en San Francisco, de la paz en Gandhi.

En Jesús, la clave sería el amor, que era también la clave en aquel mito.

La clave, la llave...

A pesar de que Jesús ha sido el hombre de mayor influencia en la historia de Occidente, es probable que, de su obra, todavía no hayamos visto siquiera el inicio.

Lo veremos cuando el amor transforme al mundo.


lunes, 29 de octubre de 2012

Una leyenda

 
En una antigua biblioteca, cuando Internet no existía, leí acerca de una tribu cuyo mito sobre los inicios de la humanidad me resultó sorprendente.
 
El mito decía que ciertos ángeles, en los que la tribu creía con fervor, habían creado a los hombres.
 
Estos ángeles gozaban de lo que el libro señalaba como "consciencia de unidad". Ellos sabían que eran uno solo. No se consideraban distintos unos de otros, ni separados unos de otros. Actuaban y pensaban como uno solo.
 
A ese uno le llamaban Dios.
 
En la narración de la tribal leyenda, el libro dedicaba cientos de páginas a describir el gozo de los ángeles. Hasta que, finalmente, se abría el esperado capítulo de la creación.
 
Contaba el relato que cierto día, por mera diversión o curiosidad, los ángeles decidieron experimentar la individualidad.
 
Entonces crearon un cuerpo físico, dentro del cual transitar el fenómeno de la separación.
 
A ese cuerpo le llamaron Hombre.
 
Los ángeles sabían perfectamente a lo que se atenían con el experimento. Sabían que les esperaba una aventura maravillosa, pero que tenía su precio. El precio del dolor que produce la disociación.
 
Ese dolor iba a estar presente en cada momento, porque el ser que se considera ajeno a la unidad, que se considera independiente del todo, siempre sufre. Sufre cuando no tiene algo, por el deseo de tenerlo, y sufre cuando tiene algo, por el miedo de perderlo.
 
Si el ser supiera que es parte del todo, sabría que es lo mismo que ese algo lo tenga él, o lo tenga cualquier otro. Pero no lo sabe. O en realidad lo sabe, según el mito de la tribu, pero lo ha olvidado.
 
A fin de vivir plenamente la experiencia de la individualidad, era condición, para los ángeles de la leyenda, olvidar lo que sabían. Durante el tiempo en que fueran hombres, debían olvidar que eran ángeles, como olvida el que sueña que se ha ido a dormir.
 
Sin embargo, y aquí viene lo más interesante, lo que me pareció más revelador del mito, los ángeles, en su descenso al hombre, no quemaron todos los puentes con su lugar de origen, no cerraron todas las conexiones con su paraíso. No cortaron todos los lazos con su verdadera existencia.
 
A fin de no quedar por completo desligados, a fin de mantenerse en contacto con el edén de donde provenían, como el astronauta que no abandona la nave sin cordón, los ángeles se dieron a sí mismos una llave.
 
Una llave para recordar que, en su estado anterior, todos eran uno.
 
Una llave que despertara, en su inconsciencia humana, la consciencia de unidad.
 
Una llave que les permitiera sentir, al menos por un momento, que la individualidad se desintegra y el ser vuelve al todo.
 
A esa llave le llamaron Amor.
 
 

viernes, 26 de octubre de 2012

Otra del verdadero maestro


"Si quieres encontrarte a ti mismo, si quieres abrirte al infinito, si quieres fundirte con el universo", me dijo un verdadero maestro, "lo primero que debes hacer es alejarte de mí, desviarte de mi camino".

"No sigas mis pasos", me dijo, "porque no te llevarán a ti mismo, no te llevarán al infinito, no te llevarán al universo. Sólo te llevarán a chocarte conmigo".


Es mejor así


"No puedo darte la receta", me dijo un verdadero maestro, "porque no la tengo. Lo que sirve para mí, tal vez no sirva para ti".

"No existe la receta", me dijo, "y es mejor así. Si la receta existiera y yo te la diera, se acabaría para ti la búsqueda, el juego, la aventura".

"Qué fácil sería la vida, si hubiera receta", me dijo. "Pero qué aburrida".


 

domingo, 21 de octubre de 2012

Inconsciente colectivo

 
Carl Jung dice que así como un niño nace con rasgos físicos definidos, también nace con rasgos psicológicos definidos. Yo acompañé a mi mujer en sus tres partos y soy testigo de que mis hijos mostraron su carácter, su forma de ser, desde el instante mismo en que salieron del útero.
 
Sobre este dato, empíricamente comprobable por cualquier padre, se basa Jung para sostener que el inconsciente del hombre trae información de antemano. No hay tabula rasa.
 
Luego Jung avanza más en la misma dirección y argumenta que ese bagaje inconsciente, con el que los individuos llegan al mundo, está influido, moldeado, cincelado por siglos, milenios de existencia y evolución humana.
 
Cada invento, antes de materializarse, tiene que aparecer primero en el cerebro del inventor. Lo mismo sucede, señala Jung, con las reformas sociales. Los grandes cambios políticos, en la historia de la civilización, han ocurrido, según esta teoría, porque una generación de hombres nació con ciertos conceptos parecidos en la cabeza, ciertos ideales similares, más evolucionados que los de sus antepasados. Esto, que al principio sólo habitaba en las mentes, a la larga, por decantación, se vio plasmado en la arena pública.
 
Desde hace rato vengo pensando, de acuerdo con esta línea del psiquiatra suizo, que si hay algo compartido por muchas personas de este tiempo es un impulso hacia la búsqueda interior, una propulsión hacia el despertar de la consciencia.
 
Lo que antes era terreno de reclusión de los místicos, ahora es campo de juego de la gente común.
 
Durante las pasadas décadas, el deseo colectivo de la mayoría estuvo vinculado con lo material. Y como todo proceso histórico, este encandilamiento del hombre con el progreso económico vivió su florecimiento y expansión...
 
Ya le toca la decadencia.
 
Todavía es difícil de ver, porque los ojos siguen sintiendo el brillo incluso cuando la luz se ha ido. Pero el encandilamiento de lo material se está apagando.
 
Ahora, aunque cueste creerlo, el anhelo compartido de la humanidad está virando hacia lo espiritual.
 
 

viernes, 19 de octubre de 2012

Misma vara


Es fácil mirar atrás y juzgar a los del pasado.

¡Qué giles, pensaban que la Tierra era plana y que el sol le daba vueltas alrededor! ¡Pobres, ni siquiera tenían la capacidad de entender, o de aceptar, que lo que creían no era verdad!

Sería interesante, por lo menos como ejercicio, medirnos con la misma vara a nosotros, los del presente.

¿En qué estaremos siendo tan giles? ¿Qué cosa no estaremos capacitados para entender, o para aceptar?

Así como los de antes estaban alegremente convencidos de que la Tierra, habitada por el hombre, era el centro del universo, los de ahora probablemente seamos, a nuestro modo, tan antropocéntricos como ellos.

Tal vez, la gilada de la que estamos alegremente convencidos sea creer que el hombre es el paso final de la evolución. Que la evolución termina, se acaba, llega a su último escalón con el hombre.

Tal vez no estemos capacitados para entender, o para aceptar, que viene algo después de nosotros.

martes, 16 de octubre de 2012

Por dónde ir

 
"Te pasás la vida pidiendo direcciones, preguntando por dónde ir", me dijo un verdadero maestro, "y no ves que el camino está debajo de tus pies".
 
 

sábado, 13 de octubre de 2012

La lógica en todo esto


En última instancia, vivir es crear.

Sea lo que sea que hagamos, estaremos creando.

Si nos movemos, estamos creando movimiento. Si pensamos, estamos creando pensamiento. Si tomamos una decisión, por pequeña que sea, estamos creando una nueva realidad.

Tremenda labor nos asignaron. Como el tibetano que dijo: "Cuando llegues a la cima de la montaña, sigue escalando", a nosotros nos pusieron en la cúspide de la creación y nos dijeron: "Sigan creando".

Y no podemos rechazar la responsabilidad. Si aceptamos vivir, aceptamos crear.

No sé si habrá lógica en todo esto... pero lo lógico sería pensar que, si nos dieron esa tarea, es porque algo tenemos para contribuir. Algo que sólo podemos aportar cada uno de nosotros, al parecer, y nadie más.


miércoles, 10 de octubre de 2012

¿Está loco Matías De Stefano?


Por recomendación de otro Matías, me puse a investigar sobre Matías De Stefano.

El chico dice recordar su existencia en otros planos, escuchar voces de maestros, conocer lenguas extintas, haber venido a la Tierra con una misión que le fue revelada de antemano.

A mí me da la sensación de que está en otra dimensión. A muchos les da la sensación de que está loco.

Hablando con mi mujer, coincidimos en que De Stefano no busca seguidores, no pide apoyo, no necesita que lo alaben. Sólo comparte lo que tiene en la cabeza, y se dedica básicamente a acciones de servicio, como recorrer los continentes para activar los chakras del planeta, por ejemplo.

Me dice Lu: "Es curioso que miremos raro a este chico que se pasa el día en paz, tranquilo, con la única intención de ayudar al mundo, y no miremos raro al que se pasa el día estresado, a las patadas, con la única intención de acumular riqueza".

Entonces me miro a mí mismo, y veo que lo hecho a lo largo de mi vida ha sido, básicamente, ganar plata y gastarla.

He sido un tubo. Un mero, aburrido, inerte tubo. Los billetes entran por un lado, salen por el otro, y en el medio estoy yo, el tubo, usando el dinero para alimentar al ego, mientras el dinero me usa a mí como aparato digestivo.

No sé si De Stefano es o no un lunático.

Pero es un tipo especial, eso sí.

Lo que tengo claro, cada vez más claro, es que yo, el tubo, estoy definitivamente loco.

Pero soy un tipo normal, eso sí.

 

lunes, 8 de octubre de 2012

¿Quién dijo que la verdad no ofende?


La verdad suele ser políticamente incorrecta. Lo políticamente correcto es, usualmente, mentira.

Por mi parte, yo tengo dos o tres verdades que prefiero esconder. Hay dos o tres cosas de mí que están ahí, que son reales, pero trato de negarlas. Intento no verlas y seguir viviendo como si no existieran.

Tal vez, si las confesara, nadie se escandalizaría demasiado. Pero por vergüenza, pudor o elegancia, decido ocultarlas.
 
Con el tiempo he ido armando sobre ellas lo que Julio Cortázar definiría como "los trípodes del camelo". Y si alguien, en una de esas casualidades del destino, llegara a descubrirlas y a cometer la indiscreción de sacarlas a la luz, me ofendería soberanamente, por supuesto.

La verdad no debería ofender; estoy de acuerdo con eso. Pero en general ocurre lo contrario.

Siempre ha sido así.

Dos milenios atrás, un hombre dijo algunas verdades que incomodaron a ciertas personas.

Y lo crucificaron.
 
 

jueves, 4 de octubre de 2012

¿Adónde vamos cuando nos vamos?


No saber adónde iría cuando me muriera me asustaba de chico, como a otros los asustaba la noche.

Me desesperaba la incógnita. Me angustiaba no tener una certeza propia, que me resonara como verdadera, y no quería rendirme a imposiciones externas.

Coincido con Miguel de Unamuno en que desconocer lo que hay después de la muerte es "el sentimiento trágico de la vida", porque definitivamente lo fue durante muchos momentos de la mía.

¿Adónde cuernos vamos cuando nos vamos?

Con el tiempo he logrado aceptar que, tal vez por falta de materia gris o algún otro defecto que al parecer no tiene arreglo, mi mente está incapacitada para encontrar la respuesta... y lo único que hará será enloquecerme con la pregunta.

Me sorprende que el cerebro, con la buena prensa que tiene, al menos en mi caso no pueda resolver una inquietud tan básica. Pero es así. Eso lo entiendo ahora, y entonces estoy buscando por otro lado, por alguna vía que no involucre a la cabeza.

Y mientras tanto, dado que no puedo evitar pensar, pienso que, por lógica, sea lo que sea el lugar al que vayamos al morir, tiene que ser el mismo lugar del que vinimos al nacer.

Eso me tranquiliza un poco...

Saber que al menos ya estuve ahí.
 
 

miércoles, 3 de octubre de 2012

Una de Borges


Podría publicar una entrada por día sobre cosas que dijo Jorge Luis Borges, y no me alcanzarían los años.

Dedico esta a la memoria de mi abuelo, el verdadero Gustavo Fillol Day. Gracias a él tuve acceso privilegiado al enorme escritor.

Contaba Borges de un ermitaño que se había retirado hacia la soledad del destierro, la aridez del ostracismo, a fin de ganarse el Cielo.

Al morir, el disciplinado asceta llegó al Paraíso. Se abrieron frente a él las puertas de la Gran Fiesta, pero había un problema. No podía gozarla.

Las demás almas celebraban, embebidas en la máxima alegría, y él permanecía ajeno, irremediablemente distante.

No tardó en darse cuenta de su contradicción, tan obvia como inapelable.

¿Por qué iba a disfrutar cuando se le diera el Cielo, si no había disfrutado cuando se le dio la Tierra?


martes, 2 de octubre de 2012

Registro perdido


¿Qué pensaríamos si una célula de nuestro cuerpo olvidara que es parte de nosotros?

Pensaríamos: "Pobrecita, se está mirando tanto a sí misma que ya no se acuerda que es parte de mí. Ha perdido ese registro. Pero le guste o no, lo entienda o no, lo acepte o no, ahí sigue, cumpliendo su función para mi cuerpo".

Lo mismo debe pensar el Universo de nosotros.
 

lunes, 1 de octubre de 2012

El maestro que se dio por vencido


Un viejo maestro me confesó alguna vez que su error, en el camino hacia la iluminación, había sido confundir el producto con los factores. Durante la mayor parte de su vida creyó que 12 era el factor, y 3 x 4 era el producto.

Esto fue lo que me relató:

Yo pensaba que si era generoso, bondadoso, pacífico y todo lo demás, llegaría al Nirvana.

Y cuando me esforzaba por ser generoso, me salía una generosidad egoísta, en la que mi ego se enaltecía por lo generoso que era.

Me esforzaba por perdonar a quienes me hacían daño, pero engendraba un perdón cargado de resentimiento. Era incluso una forma de venganza: "Tú me haces daño, y yo, como soy superior a ti, te perdono".

Me esforzaba por ser pacífico, pero sólo había paz en el exterior. En el interior había guerra.

Finalmente, luego de desperdiciar casi una vida entera esforzándome, me di por vencido... y alcancé el Nirvana.

Y entonces fui generoso, bondadoso, pacífico y todo lo demás.