martes, 4 de junio de 2013

Paradoja 1 de 2

 
En diferentes conferencias, dictadas por gente que trabaja en las fronteras de la inteligencia artificial, escuché una idea escasamente divulgada.
 
Al cabo de algunos años de labor, tratando de recrear la acción del cerebro humano en una computadora, diferentes especialistas parecen llegar siempre a una conclusión que recibe poca prensa: los procesos intelectuales más admirados son, paradójicamente, los más burdos.
 
Las personas capaces de dilucidar la raíz cuadrada de un número alto, o de delinear la fórmula para construir un puente, históricamente han sido consideradas las "más inteligentes". Pero según comentan diversos expertos, esas son tareas intelectuales básicas. Tan básicas que desde hace varias décadas han sido replicadas por máquinas.
 
Otras actividades del cerebro, como el arte, la filosofía, o la capacidad de emocionar a otra persona o de hacerla reír, son muchos más complejas que una operación matemática o un cálculo físico. Tanto más complejas que, después de todos estos años y todos esos miles de millones de dólares invertidos, siguen siendo imposibles de reproducir por computadoras.
 
Por más obvia que resulte esta realidad, sin embargo, hay muchos que prefieren no aceptarla.
 
Aceptarla implicaría admitir la necesidad de transformar sistemas que se resisten al cambio.
 
El sistema educativo, por ejemplo, debería dar un vuelco drástico. Debería dejar de enfocarse en lo más rústico del cerebro, como viene haciendo desde hace siglos, y empezar de verdad a interesarse por desarrollar lo más valioso de nuestra inteligencia.
 
 
 

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