Sólo nos
exigimos ser consecuentes con aquellas ideas en las que decimos creer, y en las
que nos gustaría creer, pero en las que en realidad no creemos.
Cuando realmente
creemos en algo, no necesitamos esfuerzo alguno, ni mucho menos actos heroicos,
para ser consecuentes con ello.
Con aquello
de lo que verdaderamente estamos convencidos, somos consecuentes automáticamente.
Así que, aunque
nos gustaría actuar de acuerdo con las ideas que profesamos, y aunque nos esforcemos
por hacerlo, siempre terminamos operando maquinalmente, según lo que ordenan nuestras
creencias más arraigadas.
Si queremos
cambiar nuestra conducta, por lo tanto, debemos excavar hondo en nuestro bagaje
de ideas y preconceptos, para poder hallar, y modificar, nuestros
convencimientos más profundos.
-- Pampa
Namah
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