Dejar de hacer no es inmovilizarse.
En nuestro actual estado, debemos entender "dejar de
hacer" como dejar de invertir la energía del hacer en cosas de este plano,
para poder invertirla en el desarrollo de la conciencia, a fin de ascender a un
plano superior.
Resulta inevitable invertir energía del hacer en subsistir.
Pero una vez realizado lo necesario para subsistir, toda energía dirigida a
este plano es energía fugada.
Si una persona observa honestamente, verá que con un 10 por
ciento de su energía es suficiente para cubrir lo que exige la subsistencia. El
90 por ciento restante se va en aquello que en este plano ilusorio nos parece
deseable hacer.
En este estado, dejar de hacer es empezar a dedicar, a
menesteres de este plano, una porción cada vez menor de ese 90 por ciento, para
invertir una porción cada vez mayor de esa energía en la búsqueda del
despertar.
Finalmente, cuando uno despierta se libera del
"hacer". Y por primera vez, uno empieza a "ser".
Lo mismo sucede con el fluir.
En este estado, fluir
no conduce al despertar, sino a permanecer en el estado en que estamos, que es
el dormir.
Por "fluir", en nuestro actual estado, debemos
entender "aceptar". Aceptar lo que suceda, cuando uno se ponga en
marcha hacia el despertar.
Desde este estado resulta imposible imaginar lo que pasará
en el camino hacia el despertar, así que, forzosamente, lo que ocurrirá será
muy diferente a lo que esperábamos. Es en ese momento que uno debe fluir,
dejarse llevar con aceptación por el proceso del despertar, con la confianza
del niño tomado de la mano del padre.
Cuando uno despierta, se libera finalmente del
"yo" entrometido, del "yo" que quiere controlar todo. Y
entonces, por primera vez, uno empieza verdaderamente a fluir.
-- Pampa Namah
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