Muchos maestros, a lo largo de la historia, hablaron de
identificación. Pero se refirieron a ella de manera figurada.
Con un ejemplo aplicado a la tecnología de hoy, resulta más
claro entender de qué se trata.
Sigan los siguientes pasos...
Creen una cuenta en Twitter, en Facebook o en cualquier otra
red social, y pónganle un nombre de fantasía. Por ejemplo, "Ego".
A través de esa cuenta, publiquen algo ferviente, a favor de
un político o equipo de fútbol de otro país, al que ustedes admiren.
Sugiero política o fútbol, porque son dos materias que
despiertan pasiones, y sugiero que sean otro país, para hacer más exagerada la
muestra.
Siéntense a esperar, o sigan publicando comentarios
recalcitrantemente favorables a ese político o equipo de fútbol --incluso
pueden intercalar críticas a los rivales directos de ese político o equipo de
fútbol, para acelerar el proceso--, hasta que alguien, defensor del político o
equipo de fútbol opuesto al de ustedes, les expida alguna clase de atropello o
insulto. El vejatorio mensaje básicamente dirá: "Ego, eres un necio",
o "eres un ignorante", o algún agravio de ese estilo.
Observen su reacción en ese momento.
Su reacción inmediata será responder con una agresión de
igual tenor. Se sentirán ofendidos en lo más íntimo de su ser, porque alguien
atacó al nombre de fantasía de la cuenta de una red social que apoya a un
político o equipo de fútbol que en realidad nada significa para ustedes,
porque, para colmo, ese político o equipo de fútbol pertenece a otro país.
En la vida armamos un personaje artificial, que también se
llama "ego", y que también pelea y discute por cosas que nada tienen
que ver con nuestro ser, con nuestra esencia.
Después, por el mismo principio --pero elevado a la enésima
potencia-- que nos lleva a sufrir a la par del protagonista al ver una película
de cine, nos metemos a tal punto en la piel del personaje que sentimos que si
no lo quieren a él, no nos quieren a nosotros; si lo desprecian a él, nos están
despreciando a nosotros; si lo provocan a él, nos están provocando a nosotros.
Y reaccionamos en consecuencia.
Creamos un avatar para interactuar en la gran red social que
es la vida, y luego creemos que somos el avatar.
Eso es identificación.