Todavía no estamos listos para aceptar que nosotros creamos
la realidad, pero detengámonos un minuto a observar qué es lo que llamamos
"presente".
Muchas teorías del buen vivir hablan de estar en el
presente, lo cual suena bárbaro. El problema es que el presente se esfuma en el
preciso instante en el que uno quiere estar allí.
Ese continuo desvanecimiento tiene su raíz en que el
presente es potencialidad, y la potencialidad desaparece cuando se concreta en
algo determinado.
El presente es potencialidad respecto del momento siguiente.
Para verlo claro: si yo quiero gritar en el presente, ahora mismo, en este
instante, no podré hacerlo. Cuando grite, el instante en el que yo quería
gritar habrá pasado.
Y mientras esté gritando, al mismo tiempo estaré decidiendo
si seguiré vociferando, si lo haré más fuerte o más despacio, o si cerraré la
boca o haré cualquier otra cosa. Lo que sea que decida, ocurrirá, otra vez, al
momento siguiente.
Lo único que sucede en el momento en que uno toma una
decisión, es la decisión de lo que uno hará en el instante posterior.
Decisión respecto de infinitas posibilidades, de infinitos
desenvolvimientos potenciales.
Así que de eso está hecho el presente. De potencialidad.
Esa es precisamente la conclusión a la que la física
cuántica está arribando: siempre que haya un instrumento de observación más
potente, cada vez que se invente un microscopio más poderoso, se descubrirá una
partícula más pequeña que la última conocida... y así hasta el infinito de lo
minúsculo, que probablemente termine en nada. Los científicos sospechan que si
algún día, en ese viaje hacia el interior de la materia, llegan al final de lo
micro --algo tan improbable como llegar al final de lo macro viajando por el
espacio--, encontrarán nada.
Sólo encontrarán el potencial de algo.
Porque debajo de todo, sospechan, hay sólo potencialidad. No
hay partículas definidas, sino partículas en potencia.
Partículas en potencia, esperando que alguien tome una
decisión, que alguien realice un acto de voluntad, para materializarse de una
forma o de otra.
Lo que hacemos en el presente es decidir, optar por una sola
entre innumerables posibilidades.
Decidir es enviar la orden para que las partículas en
potencia del universo se concreten de una determinada manera.
Decidir es darle forma al mundo.
Todavía no estamos listos para aceptar que nosotros creamos
todo... pero, según parece, eso es exactamente lo que hacemos a cada momento.
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