miércoles, 5 de diciembre de 2012

Más Trumans, menos actores

 
Sin pedirnos permiso ni explicarnos el por qué, nos mandan abrupta y dolorosamente a un planeta del cual no podemos salir, como no podía salir Truman de su esfera, y luego, al cabo de una cantidad arbitraria de años, también sin pedirnos permiso ni explicarnos el por qué, nos sacan abrupta y dolorosamente de ese lugar al que estábamos empezando a acostumbrarnos.
 
Pero si llegamos a cuestionar el proceso, a denunciar el absurdo que encierra toda la cuestión, algunos alrededor nos señalan con el dedo. Nos dan a entender que si ellos lo aceptan sin chistar, nosotros deberíamos hacer lo mismo.
 
Son actores.
 
Cuando intentaba rebelarse contra el universo que le habían armado, los demás actores del "Truman Show", funcionales a ese mundo de utilería, desalentaban el anhelo de Truman de conocer lo que había del otro lado de la mampostería.
 
Los que se burlan de las inquietudes existenciales son como esos actores.
 
Si ellos no se preguntan de dónde venimos y adónde vamos, no deberían reprimir al que formula esa clase de planteos.
 
En términos más terrenales, si a ellos les suena lógico que se gaste en armamento miles de veces más de lo que bastaría para acabar con el hambre en el mundo, al menos no deberían callar al que le parece que algo no cierra.
 
Y en términos externos a la Tierra, si ellos creen que este planeta es el único territorio habitado en un cosmos infinito, al menos no deberían burlarse del que cree lo contrario.
 
Pero son actores. Actores que, a diferencia de los que distraían a Truman, no reciben paga ni recompensa por aplacar al que se le ocurre pensar distinto.
 
Lo hacen maquinalmente. Uno pulsa ese botón, con algún argumento inusual, con algún comentario que los descoloque, y ellos reaccionan en forma inmediata y automática, como si estuvieran aparatosamente programados.
 
Lo hacen de manera inconsciente.
 
Lo hacen dormidos.
 
Por suerte, cada día hay más conciencia y menos autómatas.
 
Abrir los ojos y salir del sueño es un proceso incómodo. Implica renunciar a la confortabilidad de lo conocido, de lo popularmente aceptado.
 
Algunos se resisten a hacerlo, pero cada vez son más los que se lanzan hacia ese rumbo.
 
Y el primer paso en ese camino es dejar de actuar, así que cada vez hay menos actores, menos gente que baje las persianas, menos gente que cierre las cortinas, menos gente que apague la luz de los que quieren despertar.
 
 

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