La afinidad
no se da por lo físico, ni por lo social ni por lo económico.
Se da por
lo espiritual, que no responde a explicaciones lógicas.
Por eso la
mente no puede explicar por qué tenemos tanta química con ciertas personas que,
en apariencia, son tan distintas a nosotros, y en cambio sentimos que no
tenemos mucho en común con otras personas que materialmente se nos parecen
tanto.
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