Del dolor se aprende, es cierto. De todo en la vida se
aprende, y el dolor es parte de la vida.
Pero no es el único maestro. Y tampoco el mejor. En todo
caso, ese título le correspondería al placer.
Una gran amiga --no conozco a alguien que sepa tanto de
energía como ella-- sostiene que el placer es un maestro claramente superior el
dolor.
Su explicación para tal afirmación es muy simple, como
suelen ser las cosas cuando son reales: el placer es un gran maestro, porque
nos trae al presente.
Poner una canción que nos gusta, oler un perfume, mirar un
cuadro, recibir un abrazo... nada de eso puede vivirse fuera de tiempo. Para
sentir el placer de una música, de un aroma, de una obra de arte, de un
contacto físico, la mente debe conectarse con lo que están percibiendo los
sentidos en ese preciso momento.
Regocijada en la delicia de ese instante, la mente no piensa
en lo que sucedió ayer, ni en lo que podría ocurrir mañana. La mente se une al
cuerpo en el presente para sentir, para gozar, y eso conecta a ambos con el
alma.
Ese encuentro de mente, cuerpo y alma, en un destello en que
el tiempo desaparece, forma una tríada poderosa en términos de energía, y a la
vez representa una experiencia más valiosa que cualquier otra en nuestro camino
de aprendizaje, porque nos muestra lo que significa estar en el presente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario