"Personalidad" y "personaje" tienen la
misma raíz. Ambas palabras provienen de "per sonare", "para
sonar". Así se les denominaba, en la antigüedad, a las máscaras que se
utilizaban en el teatro para que la voz, en lugar de dispersarse, saliera
estrechamente por una abertura a la altura de la boca.
"Creernos nuestra personalidad", me dijo un
verdadero maestro en más de una ocasión, "es creernos nuestros
personajes".
Para desenvolvernos en la vida creamos una personalidad, y a
la vez montamos una cantidad de personajes, cada uno con su forma de ser, con
su carácter. No somos los mismos en la oficina, con los compañeros de trabajo,
que en el hogar, con la familia. Tampoco somos los mismos en el club, con los
amigos. Para concurrir a cada uno de esos lugares nos ponemos el
correspondiente uniforme... y la correspondiente careta.
Es obvio que ni la personalidad ni los múltiples actores
representan nuestro verdadero ser. Tiene que haber alguien que haya construido
la personalidad, así como tiene que haber alguien detrás de las variadas máscaras.
Tiene que haber alguien que se ponga y se saque los
uniformes y las caretas. Alguien que ha de ser siempre el mismo...
"Pero no lo conocemos", me dijo el maestro.
Para saber quién es, hay que empezar por aceptar que no es
quien pensábamos que era.
"Dejar de identificarnos con lo que no somos", me
dijo, "es la clave para identificar lo que somos".
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