Una de las mayores experiencias Zen es adentrarse al mar.
Una vez allí, uno está en soledad, destinado a ir adonde una
fuerza mucho mayor que uno quiera conducirlo.
Uno es libre para elegir si nadará a favor o en contra de la
corriente, si se dejará llevar por las olas o luchará contra ellas.
Uno también puede simplemente flotar, sencillamente fluir.
La angustia y la desesperación aparecen cuando uno, rodeado
sólo de agua, quiere aferrarse a algo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario