miércoles, 2 de enero de 2013

¿Quién dijo que la gente no cambia?

 
Todo lo que decimos es, en última instancia, autorreferencial.
 
Cuando decimos que la gente no cambia, estamos infiriendo que nosotros mismos nunca cambiaremos. Lo cual implica condenarnos al calabozo del estancamiento.
 
Para demostrar que en realidad sucede lo contrario, un verdadero maestro esgrimía su prueba de que "el lector hace al libro".
 
Heráclito lo dijo también, hace 2.500 años. Su frase, tergiversada como: "Ningún hombre puede bañarse dos veces en el mismo río", decía, en el texto original: "En los mismos ríos entramos y no entramos, pues somos y no somos los mismos".
 
La diferencia entre una y otra frase no es menor.
 
La primera desvía la atención hacia el río: por el constante flujo de la corriente, resulta obvio que la persona no puede bañarse dos veces en las mismas aguas.
 
La segunda, en cambio, la verdadera, enfoca la atención en la persona.
 
La persona que vuelve a entrar a un río, aunque a algunos no les resulte tan obvio, nunca es la misma que había entrado antes.
 
Seguramente hayan experimentado ya lo que un verdadero maestro consideraba como prueba de que "el lector hace al libro"; si no, inténtenlo: busquen un libro que hayan leído hace algún tiempo, y vuelvan a ojearlo.
 
Verán que es distinto. No es idéntico al libro que habían leído la vez anterior.
 
Pero el libro no ha cambiado, lo sabemos, así que la conclusión es ineludible.
 
Ha cambiado el lector.
 
Ha cambiado la persona, que es parte de la gente que se supone que nunca cambia.
 
 
 

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