Así como
hubo un tiempo en que fui monaguillo, hubo un tiempo también en que no creía
siquiera en la existencia del alma. Me negaba a aceptar algo que no tenía base
experimental ni explicación razonable... y fueron años duros. Es difícil vivir
pensando que uno solamente es materia.
Después me
hicieron estudiar a Immanuel Kant en la universidad, y comprendí que el
problema era la diferencia de planos. La mente nunca podrá comprender la
existencia del alma, porque se mueve en un plano distinto.
La
dimensión de la mente es el ámbito del espacio y el tiempo. La dimensión del
alma es el ámbito del infinito y la eternidad.
Espacio y
tiempo, según Kant, son la manera de la mente de representar las cosas, de
ordenarlas. "Infinito" y "eternidad", por lo tanto, son dos
conceptos que la mente nunca podrá comprender. Nunca podrá siquiera
imaginarlos. ¿Cómo podría captarlos, si atentan, precisamente, contra su forma
de captar las cosas?
Con el
espacio y el tiempo, la mente delimita, encuadra, pone principios y fines a los
objetos. Como infinito y eternidad no poseen principio ni fin, la mente no
puede con ellos.
Sin
embargo, infinito y eternidad tienen que existir forzosamente, según la propia
lógica de la mente, porque el espacio y el tiempo no pueden terminar.
Si el
espacio terminara, digamos, en una pared, tendría que haber algo detrás de esa
pared. Podría ser la nada, pero incluso la nada es algo. Algo que comienza
detrás de esa pared y... ¿dónde termina? Y luego, si la nada terminara,
volveríamos a empezar. ¿Qué hay más allá de donde termina la nada? Y así...
Lo mismo
sucede con el tiempo. Si el tiempo terminara en un determinado momento, ¿qué
sucedería después de ese momento? ¿Nada? ¿Cuánto duraría esa nada?
El recurso
de "la nada" suele aparecer como una salida elegante en estas
discusiones, pero está viciada del mismo problema que el infinito y la
eternidad. La mente no puede comprender ni imaginar la nada; así que se trata,
en realidad, de un paso en falso.
Frente a la
argumentación kantiana, la mente debería rendirse y admitir que espacio y
tiempo son invenciones suyas; que toda esta dimensión, de escuadras y relojes,
es creación meramente suya. La mente debería aceptar que si el infinito y la
eternidad tienen que existir obligadamente, entonces tiene que existir obligadamente
otro plano, sin espacio ni tiempo.
Pero le
resulta difícil a la mente reconocer algo así. Le resulta imposible, de hecho,
porque su propio modo de operar se lo impide. Nunca logrará imaginar un ámbito
sin espacio ni tiempo, porque la mente sin espacio ni tiempo no funciona.
La
dimensión sin espacio ni tiempo es una dimensión sin mente. Una dimensión
puramente álmica.
Es usual
que la mente, acorralada ante lo que obviamente desborda sus capacidades,
tienda a oponerse al alma, a negarla, o, peor aún, a enviarla al cajón del
olvido o al baúl de la indiferencia. Frente a lo cual nosotros, ya que no
podemos exigirle a la mente que comprenda, de manera racional, que existe el
alma, al menos deberíamos pedirle lo que dice Bob Dylan en la canción "Los
Tiempos están Cambiando":
No
critiques
Lo que no
puedes entender.
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