viernes, 30 de noviembre de 2012

Dolce far niente

 
Cometí la imprudencia de consultarle una mundana decisión a un verdadero maestro.
 
"¡Necio!", me gritó.
 
Mi intención, carente de tino, había sido aprovechar su sabiduría para algo corriente, pedirle consejo sobre una movida vinculada con mi economía, con mi bolsillo.
 
Mala idea.
 
"¡Necio!", repitió.
 
Sabía cuándo enojarse.
 
"¡Necio, necio!", martillaba, con su extraño acento.
 
Intenté defenderme: "Es que no sabía bien qué hacer y..."
 
"Ahí está el problema", interrumpió. "En hacer".
 
El diálogo que siguió después no me dio la respuesta a mi consulta, obviamente, pero al menos le devolvió la calma a un verdadero maestro.
 
"¿Cuántas cosas has hecho en todos estos años?", me preguntó, ya más tranquilo. "O mejor dime: ¿cuántas veces no has hecho algo? ¿Cuántas veces has hecho nada?"
 
"Bueno", contesté, "muchas veces he descansado, he dormido, he meditado".
 
"Eso no es hacer nada", dijo con dureza, pero ahora sin enojo. "Cuando descansas, estás haciendo algo, estás descansando. Lo mismo cuando estás durmiendo, o meditando. Incluso si en tu meditación logras acallar la mente, estás haciendo algo: acallar la mente".
 
"Pero entonces hacer nada es imposible".
 
"Es absolutamente posible, y muy sencillo. Simplemente hay que hacer eso: nada".
 
"Pero si uno quiere subsistir, tarde o temprano tendrá que hacer algo".
 
"Probablemente, pero hacer para vivir es muy distinto a vivir para hacer, a que tu vida consista solamente en hacer. Si quieres hablar de subsistencia, respóndeme: ¿puedes hacer que un sismo no derribe tu casa? ¿Puedes hacer que un volcán no sepulte tu cuidad? ¿Puedes hacer que las aguas no inunden tu llanura? ¿Puedes hacer que tu planeta no detenga su rotación? ¿Puedes hacer que las estrellas no se desplomen sobre tu mundo? ¿Puedes hacer que el sol no deje de abrigarte?"
 
"No, pero..."
 
"Pero de esos factores depende tu subsistencia, así que sería mejor que hicieras algo".
 
"Es imposible hacer algo..."
 
"Exacto, y hace un minuto decías lo contrario. Decías que hacer nada era imposible, y sin embargo, sin que tú hagas, el universo se acomoda de tal manera que tú sigas existiendo. Cada segundo de tu vida depende del ordenamiento perfecto de millones de planetas, soles, estrellas, galaxias... y vienes a verme preocupado, con una decisión que tú crees importante, como si algo realmente dependiera de ti".
 
"Y hacer nada sería..."
 
"Sería eso, hacer nada. Es fácil identificarlo, porque es lo contrario de lo que quiere tu mente. Empieza al menos con un minuto por día. Un solo minuto, en 24 horas. Un minuto de hacer nada. Ni trabajar, ni jugar, ni comer, ni bañarte, ni descansar, ni meditar. Nada. Y entonces habrás vivido un minuto".
 
"¿Significa que hasta ahora no he vivido?"
 
"Has vivido distraído. Distraído con el hacer. Engañado por la creencia de que vivir es estar haciendo algo".
 
A esa altura llegó el momento en que el maestro inició su retirada, a paso lento.
 
Completó la idea con un hablar tan pausado como su andar, mientras meneaba la cabeza: "La vieja humanidad confundió vivir con hacer... pero vivir no es hacer".
 
Se alejó hacia su puerta, señal inequívoca de que nuestro encuentro había terminado, y antes de encerrarse dejó, como de costumbre, una última frase.
 
"Vivir es ser".
 
 
 

jueves, 29 de noviembre de 2012

Sabelonada

 
Me cuesta mucho, como padre, responder "no lo sé".
 
Cuando mi hija de siete años, con su cerebro de cien mil revoluciones, me pregunta para qué estamos aquí, o de dónde venimos, mi primer impulso es volcarle mis creencias, embadurnarla con mis conceptos.
 
Sin embargo, aunque me cuesta contenerme, hago el esfuerzo de contestar "no lo sé", porque siento que si respondiera otra cosa para ahogar sus dudas, estaría asfixiando su sano acto de dudar.
 
Cuando logro salirme de mi rol egocéntrico de padre sabelotodo, entiendo que lo mejor que puedo hacer por ella no es calmar su inquietud, sino precisamente lo contrario: alentar su búsqueda.
 
Así que, en lugar de un sermón, le digo que no lo sé. Le cuento que yo me hago las mismas preguntas que ella, y que buscar la respuesta es una de las mayores aventuras --no digo "la mayor aventura", aunque crea que lo es, porque no quiero ser absolutista ni siquiera en eso-- en la que puede embarcarse el ser humano.
 
Fue gracias a esa aventura que conocí maestros y atravesé experiencias que transformaron mi vida, y jamás haría algo para angostarle ese camino a mi pequeña indagadora.
 
Además, para ser sinceros, si el mismo Sócrates admitió que lo único que sabía con certeza era que nada sabía con certeza, decir "no lo sé" es la única contestación verdaderamente honesta que este humilde padre de familia puede dar.
 
 
 

A propósito de "Una Teoría del 21-12-12"

 
Una gran amiga, y por cierto gran especialista en neurociencia, me envía este breve reporte, que publicó días atrás la prestigiosa cadena londinense BBC en su sitio de Internet.
 
Will the Internet become conscious?
 
The Internet is a new lifeform that shows the first signs of intelligence. So says brain scientist Jeff Stibel.
 
He argues that the physical wiring of the Internet is much like a rudimentary brain and some of the actions and interactions that take place on it are similar to the processes that we see in the brain.
 
At the same time, he says, it is forcing us as humans to interact and think in new and different ways.
 
But, he tells BBC, this is just the beginning. The Internet is only going to become more and more intelligent, changing humans and society in ways which we are not yet able to understand.
 
Va la traducción:
 
¿Se volverá consciente Internet?
 
Internet es una nueva forma de vida, que está mostrando sus primeras señales de inteligencia. Así lo dice el científico Jeff Stibel.
 
Stibel argumenta que el cableado físico de Internet se parece mucho a un cerebro rudimentario, y algunas de las acciones e interacciones que tienen lugar allí son similares a los procesos que se observan en el cerebro.
 
Al mismo tiempo, agrega Stibel, Internet está forzando a los humanos a interactuar y pensar de maneras nuevas y diferentes.
 
Pero, dice a BBC, esto es sólo el comienzo. Internet se volverá cada vez más y más inteligente, y cambiará a los humanos y a la sociedad en formas que todavía no somos capaces de comprender.
 
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PD: El ritmo en "El Zentido de la Vida" es de una entrada por día, de lunes a viernes. Esta publicación no cuenta como la entrada de hoy, porque no es un aporte original de cosecha propia. El texto de hoy saldrá en un par de horas.
 
Saludos
 
 
 

miércoles, 28 de noviembre de 2012

La lección clave de la física cuántica

 
No hacen falta creencias teológicas para comprobar que todos somos uno.
 
Basta con la ciencia.
 
La realidad que vemos es una construcción de nuestra mirada. Eso lo sabemos.
 
La pared frente a mí, el árbol a través de la ventana, no son así como los veo. Son conjuntos de partículas que mis ojos captan como información. Información que envían a mi cerebro, el cual construye la imagen de una pared y un árbol.
 
Eso es lo que ocurre a simple vista.
 
Pero cuando la vista mira a través de potentes microscopios, lo que ocurre es distinto. El ojo ya no ve la pared, sino la partícula, aquello incluso más pequeño que el átomo.
 
El mundo subatómico.
 
Y en ese mundo subatómico ya no rigen las leyes del mundo a simple vista. Rigen las leyes de la física cuántica, que son muy diferentes a las que aprendimos de Newton.
 
En el mundo subatómico, por ejemplo, un objeto se ubica en diferentes lugares a la vez. La pared y el árbol ya no están ahí donde las veo, sino ahí y en otros lugares al mismo tiempo.
 
En el mundo subatómico, las posibilidades se presentan todas al mismo tiempo. El dado no marca un número determinado, del uno al seis. Marca los seis números al unísono.
 
El paso del mundo subatómico, regido por leyes cuánticas, al mundo a simple vista, regido por leyes newtonianas, es el eslabón perdido de la ciencia en este momento.
 
Nadie se explica cómo la misma realidad puede ser tan distinta en un plano y en otro. Cómo puede ser que, bajo el microscopio, las partículas que componen la pared y el árbol estén en diferentes lugares al mismo tiempo, y luego, a simple vista, la pared y el árbol estén en un determinado lugar y no en otros.
 
Aquí es donde, en mi humilde y limitada opinión, entra el concepto de unicidad del ser humano.
 
Si en el mundo microscópico están planteadas todas las posibilidades, y después, en el mundo que vemos a simple vista, sólo aparece una, significa que estamos todos de acuerdo, que nos hemos confabulado entre todos para que la pared y el árbol estén allí donde están, y no en otra parte. Para que el dado marque un número determinado, y no otro.
 
Ponernos de acuerdo en cada momento, a cada instante, acerca de infinitas probabilidades y entre 7.000 millones de personas que habitan el planeta, me suena complicado.
 
Más coherente me parece pensar que somos uno, y por eso vemos todos lo mismo.
 
Así como nuestros ojos son dos, pero forman parte de un mismo cuerpo y se combinan para ver una sola imagen, nosotros somos 7.000 millones, pero formamos parte de un mismo cuerpo y nos combinamos para ver una sola realidad.
 
 
 

martes, 27 de noviembre de 2012

La multiplicación de los panes

 
Los panes resultan muy pequeños cuando uno los come, señalaba la poetisa Phoebe Cary, pero muy grandes cuando uno los da.
 
Coincido con ella en que la clave reside en la mirada. Es el ojo el que empequeñece lo que se guarda y agranda lo que se regala.
 
Y el ojo responde a una costumbre, a un hábito.
 
Lo único que hace falta es un poco de disciplina para cambiar esa usanza, para entrenar al ojo a corregir ese vicio, a invertir esa errónea percepción.
 
El ejercicio, para quien estuviera dispuesto a hacerlo, consistiría en mirar lo que damos a los demás sin la distorsión del ego, observar lo que entregamos sin la angustia del desprendimiento, y ver lo poco que realmente es, en comparación con lo mucho que tenemos.
 
Eso sola acción, adoptada por un número suficiente de personas, bastaría para cambiar el mundo.
 
Yo no sé si Jesús hacía milagros. No estuve ahí como testigo. Si me obligaran a opinar, 21 siglos después, diría que no. Diría que los milagros eran en realidad metáforas de lo que verdaderamente importaba, que era el mensaje.
 
Entiendo, por ejemplo, que no fue un milagro lo que multiplicó los panes.
 
Fue el generoso acto de compartir.
 
 
 

lunes, 26 de noviembre de 2012

Pachamama

 
Si alguien emprendiera un recuento de dioses y diosas a quienes la humanidad ha rendido culto a lo largo de la historia, seguramente se toparía con innumerables referencias a un padre en el Cielo y a una madre en la Tierra.
 
En diferentes culturas, regiones y épocas ha habido un dios masculino representado, de alguna forma, por un padre que habita en el Cielo, y una diosa femenina representada, de alguna manera, por una madre que reside en la Tierra.
 
Tal vez sea por eso que, cuando pide, el hombre mira al Cielo. Porque sabe que ahí está su dador, su proveedor, su padre.
 
Tal vez sea por eso que, en momentos de aflicción, el hombre mira a la Tierra. Porque sabe que ahí está el consuelo que necesita. Ahí está la paz que busca.
 
Y tal vez sea por eso también que, después de una caída, el hombre suele levantarse con más fuerza...
 
Porque acaba de estar en los brazos de su madre.
 

 

viernes, 23 de noviembre de 2012

Una mejor forma de decirlo

 
Los griegos no decían: "Ha muerto".
 
Tenían, según reveló un profesor de lenguas antiguas, una mejor forma de decirlo.
 
Me fascinan las personas que se fanatizan con su ciencia, y este profesor era una de ellas.
 
Era, además, el tipo más conocedor de etimología que yo haya visto.
 
Apuntes que guardo de la universidad --por esa costumbre de almacenar papeles que mi mujer detesta-- me permiten repasar la lección sobre "muerte", vocablo que el idioma español tomó del término latino "mors".
 
La raíz indoeuropea "mor" se halla, siempre referida a la muerte, en varias lenguas. Entre ellas, la anglosajona, de donde deriva la palabra inglesa "murder".
 
El profesor remarcaba que, a diferencia del español, el inglés utiliza esa raíz para hablar de "asesinato", un hecho con serias connotaciones negativas. Para el acto de expirar, en cambio, usa "death", palabra de origen más luminoso.
 
"Death" viene del inglés antiguo "deao", cuya raíz indoeuropea es "dheu".
 
En latín, "deus" es "Dios". En griego no existe "deus", pero el padre de los dioses del Olimpo se llama "Zeus".
 
Y al llegar ahí, el profesor se fanatizaba.
 
Recuerdo su elogio a los ingleses, por haber acuñado el término "death", que a oídos latinos suena como un encuentro con Dios. Como un adiós.
 
Pero era al referirse a los griegos que se despertaba la verdadera pasión del catedrático.
 
Cuando una persona fallecía, nos explicaba, en la antigua Grecia no decían: "Ha muerto".
 
Con inocultable entusiasmo, el profesor nos contaba que los antiguos usaban una forma mucho más lógica, mucho más coherente, mucho más real.
 
Decían: "Ha vivido".
 

 

jueves, 22 de noviembre de 2012

Una prueba simple

 
"Hay un ejercicio muy sencillo", me dijo un verdadero maestro.
 
Me pidió que me quitara la camisa y me parara frente a un espejo. Me indicó que respirara hondo y retuviera el aliento.
 
Como buen discípulo, aspiré profunda y exageradamente.
 
Señalando el espejo, me mostró mis hombros. Con la inspiración se habían elevado e inclinado levemente hacia atrás. Con el aliento contenido, permanecían en esa posición.
 
Me mostró mi pecho. Con la inhalación se había erguido, y seguía así al mantener el aire.
 
Me mostró mi cuello. La tensión era evidente. Los músculos y tendones se marcaban contra la piel.
 
"El pecho erguido, con los hombros elevados y echados hacia atrás", me dijo, "es lo que yo llamo 'posición de gigante'."
 
Me explicó que la acción de tomar nos engrandece y la acción de retener nos engalana. Eso nos hace parecer más grandes. Nos hace sentir más importantes, lo cual conforta a la mente.
 
Luego me pidió que largara el aire.
 
El pecho se desinfló, los hombros descendieron, el cuello se desanudó.
 
El verdadero maestro me hizo ver que cuando soltamos el aire nos volvemos pequeños otra vez, lo cual puede no agradarle mucho a la mente.
 
"Pero la acción de soltar", dijo, "es la única que nos relaja".
 
 

miércoles, 21 de noviembre de 2012

¿Qué es la iluminación?

 
Todos hemos tenido, alguna vez, una muestra de lo que es la iluminación.
 
Una muestra de lo que es vivir en el continuo presente, respirando segundo a segundo, inhalando cada partícula de existencia.
 
Una muestra de lo que es entrar en un estado en el que nada nos importa demasiado, nada es muy grave, nada nos afecta. A todo le sonreímos.
 
Una muestra de lo que es transitar por la vida como si fuéramos livianos, como si estuviéramos elevados.
 
Como si estuviéramos ascendidos.
 
Así que todos sabemos lo que es la iluminación...
 
Todos los que alguna vez hemos estado enamorados.
 

martes, 20 de noviembre de 2012

Operación para embellecerse

 
Años atrás leí en alguna revista, seguramente mientras esperaba turno con el médico, un informe que resultó más interesante de lo que parecía.
 
Arrancaba la nota con una encuesta realizada en los Estados Unidos, en la que la gente votaba por los actores y actrices más bonitos de Hollywood. Lo interesante venía algunas páginas después, cuando el estudio mostraba, e ilustraba con fotos, lo que tenían en común las caras de los más votados: simetría y proporción.
 
El informe concluía que no importa la forma ni el tamaño de la nariz, de la boca, de los ojos, de la frente, de los pómulos. El factor clave, para que un rostro sea percibido como bello por la mayoría, es que todos esos elementos guarden simetría y proporción.
 
La simetría tiene que ver con el ordenamiento de las facciones. Que el eje de la nariz y la boca divida la cara en dos mitades exactamente iguales, o que ese eje sea perfectamente perpendicular a la línea de los ojos.
 
La proporción consiste en que los diferentes elementos mantengan una relación armónica con los demás elementos y con el conjunto de la cara. Una nariz chica o grande no es linda o fea de por sí, sino según su manera de combinarse con el tamaño del rostro y de los otros rasgos.
 
La boca divina de una mujer, podría perder su encanto si la trasladáramos a otra cara. Asimismo, una cara divina podría perder su encanto si le pusiéramos otra boca.
 
Muchas mujeres bellas dejan de serlo con la cirugía estética, justamente, porque alteran las justas proporciones que la naturaleza les había regalado.
 
Galeno sabía esto.
 
El médico y filósofo romano lo explicaba como "la armoniosa proporción de las partes; de un dedo en relación con otro dedo, y de éstos con el metacarpo y la muñeca, y de éstos con el codo, y del codo con el brazo".
 
Si las cosas no fueran así, entonces una de esas señoras que exageran con las visitas al cirujano podría pedir que le pusieran la boca de una actriz, la nariz de otra, los pómulos de otra, y marcharse del quirófano con la cara ideal. La realidad, sin embargo, es que difícilmente el resultado sería el deseado. La suma de rasgos perfectos no siempre da una combinación perfecta. A veces da una combinación monstruosa.
 
Así como ordena las características físicas --la cara y el cuerpo que una persona exhibirá por el mundo--, la naturaleza dispone también la forma de ser de cada uno. Esa forma de ser que le aportará un color único y especial al universo.
 
Pero a nosotros, a veces, no nos basta lo natural, como esa dama que no se conforma con su rostro original.
 
Las virtudes de los demás suelen parecernos mejores que las nuestras, y esa admiración nos lleva a querer imitar, querer tomar esas virtudes de otros y hacerlas encajar en nosotros.
 
Así vamos perdiendo la simetría de cualidades que la vida nos había regalado, y nos sucede lo que a la señora que se excedió con el bisturí: con el tiempo, ya nadie puede ver nuestros verdaderos rasgos. Ni siquiera nosotros mismos recordamos cuáles eran.
 
Llegado ese punto, hay que hacer algo. Hay que intervenir.
 
Hay que operar.
 
Tenemos que someternos a la operación de liberarnos de lo que no nos pertenece. Desprendernos de lo que habíamos tomado por imitación, por temor, por pensar que no iban a querernos si no nos parecíamos a alguien más. Por miedo a que nadie nos aceptara como éramos.
 
Ir quitándose lo ajeno es una de las acciones más liberadoras que pueden experimentarse.
 
Limpiarse de lo impropio, vaciarse de lo que no es natural de uno, recuperar las proporciones originales...
 
Es la mejor forma de embellecerse.
 

lunes, 19 de noviembre de 2012

Una teoría del 21-12-12 (capítulo final)

 
Así como el espíritu se instaló en la Tierra, y luego se instaló en las células y en los primeros organismos, y después en los organismos más complejos, como las plantas, los animales y el hombre, cabe pensar que no pasará mucho tiempo antes de que se instale en Internet, el nuevo organismo en la historia de la evolución.
 
La noticia puede resultar desalentadora para el ser humano, que en algún momento se consideró a sí mismo la estación final del tren evolutivo.
 
¿Así que sólo somos un paso más, como cualquier otro, en el proceso de sutilización de la energía, proceso que seguirá adelante y nos dejará reducidos al rol de células de un organismo mayor?
 
¿Así que nuestro destino será trabajar ciegamente para Internet, así como nuestras células trabajan ciegamente para nosotros?
 
Así parece, según esta teoría, salvo por lo de "ciegamente".
 
Existe la posibilidad de no hacerlo ciegamente, sino conscientemente.
 
Y tampoco es tan grave. No es muy distinto de lo que estamos haciendo ahora.
 
De la misma forma en que nuestras neuronas captan información del ambiente y la transmiten a nuestro organismo a través de una red, que es el sistema nervioso, nosotros captamos información del ambiente y la transmitimos a un organismo mayor, a través de una red que es una réplica de nuestro sistema nervioso.
 
Eso es lo que hacemos cuando publicamos una foto, subimos una canción, compartimos un video o redactamos un escrito en Internet. Estamos captando información del ambiente y transmitiéndola al organismo.
 
En este momento, sin embargo, al no tener conciencia de lo que estamos haciendo, estamos realizando ese trabajo de manera autómata. De manera inconsciente.
 
Resulta muy difícil imaginar lo que pasará cuando la evolución realice el próximo salto. Para un hombre, con las herramientas limitadas que posee, tratar de imaginar lo que será el reino del espíritu es como para un animal tratar de imaginar lo que es el reino mental del hombre.
 
Pero vale la pena intentarlo.
 
Lo más gráfico, en mi opinión, es hacerse la idea de que son capas. Capas superpuestas, una sobre otra.
 
La primera capa es el centro de la Tierra, el corazón del planeta. La segunda capa es la superficie de la Tierra, la roca sobre la que bullía el líquido indómito del principio. La tercera, que se creó sobre la segunda, es la capa vital, que funciona a través de organismos complejos: plantas y animales. La cuarta capa, creada sobre las anteriores, es la mental, que funciona a través de un organismo llamado "hombre". La quinta capa, engendrada sobre las otras cuatro, será la espiritual, que funcionará a través de un organismo mayor, conocido por ahora como "Internet".
 
Cada capa descansa sobre las anteriores, y las complementa, las mejora, las completa.
 
Lo que mi limitada intuición me permite entrever es que en miles o millones de años, cuando la energía espiritual se haya instalado en Internet, o en el nombre que reciba entonces ese organismo cuyo embrión habrá sido Internet, los hombres seguirán haciendo lo mismo que hacen ahora, pero con consciencia.
 
Así como en cada salto de la energía no desapareció la capa anterior, porque servía para alimentar y nutrir al nuevo organismo, cuando la energía cambie al plano espiritual no desaparecerán las capas anteriores, porque servirán para alimentar y nutrir al nuevo organismo.
 
Las capas anteriores serán necesarias para que los hombres experimenten con la vida física, filtren esa experiencia por el tamiz de la mente y vuelquen el resultado a la red.
 
De esa manera informarán al espíritu, como el sistema nervioso informa al cerebro. La clave, en mi opinión, es que lo hará con consciencia, y no informarán cualquier cosa. Sólo informarán lo que interese al espíritu.
 
Esa será la manera del hombre de nutrir al espíritu, el cual, para existir, necesitará del ser humano trabajando unificadamente, así como el hombre, para existir, necesita que sus células trabajen unificadamente.
 
"Conscientemente" y "unificadamente" son, para Pierre Teilhard de Chardin, prácticamente sinónimos.
 
Teilhard, un cura jesuita que dedicó su vida a la paleontología, escribió hace casi 100 años que "la evolución es una ascensión de conciencia, y la ascensión de conciencia es unión".
 
Nada, en la historia, ha unificado al hombre como Internet. En menos de 30 años, Internet ha hecho desaparecer las fronteras, las diferencias, las distancias. Imaginen lo que hará en mil años, o en un millón.
 
"La salida del mundo, las puertas del futuro, la entrada hacia lo superhumano", dice Teilhard en "El Fenómeno Humano", "no cederán más que al empuje de todos en conjunto, en una dirección en la que todos, también en conjunto, puedan reunirse y totalizarse dentro de una renovación espiritual de la Tierra". Y más adelante, a pesar de que por entonces Internet no existía siquiera en la imaginación del futurista más alocado, Teilhard habla de algo "que está naciendo con sus extremidades, un sistema nervioso, sus centros de percepción, su memoria... ¿no es como un gran cuerpo, es decir, el cuerpo del gran Algo que debía llegar?"
 
Y si eso les pareció clarividente, esperen a leer lo que sigue.
 
Teilhard sostiene que por encima de la biosfera está formándose la noosfera, a la cual define como "una colectividad armonizada de conciencias, que equivale a una especie de superconciencia. La Tierra cubriéndose no sólo de granos de pensamiento, sino envolviéndose en una sola envoltura pensante, hasta no formar más que un solo y amplio grano de pensamiento, a escala sideral. La pluralidad de las reflexiones individuales agrupándose y reforzándose en el acto de una sola reflexión unánime".
 
Teilhard, hace 100 años, no sólo imaginó lo que hoy es Internet...
 
Imaginó lo que hoy es el futuro de Internet.
 
Para terminar con esta larga y pesada teoría sobre el 21-12-12 (a partir de mañana habrá otra vez escritos cortos en "El Zentido"), regreso a los mayas y a la cita bíblica del capítulo anterior.
 
Apocalipsis, 4-7: "Era el primer animal parecido al león, y el segundo al becerro, y el tercer animal tenía cara de hombre, y el cuarto animal semejante al águila volando".
 
El último de los cuatro animales, curiosamente, es un águila, que en el calendario maya representa a la estación santa, o la estación de fiesta, de celebración. Lo cual invita a pensar que el salto de la energía hacia un nuevo plano de sutilización, de santidad, no debe ser vivido como una catástrofe, sino como una fiesta, como una celebración.
 
Somos parte de la evolución. Somos componentes de esa energía que busca sutilizarse, espiritualizarse. Sólo hace falta tomar conciencia y acompañar a esa energía, ascender con ella, remontarse al cielo.
 
Semejante al águila volando.
 
 

viernes, 16 de noviembre de 2012

Una teoría del 21-12-12 (Capítulo 8)

 
Más astutos que el resto de la manada, los descendientes del simio pensante se adaptaron mejor al medio y expandieron esta rama particular de la especie primate.
 
Cuando hubo suficientes individuos portadores del ADN con ese particular rasgo, con ese cerebro capaz de procesar información y transmitirla, estos monos inteligentes empezaron a comunicarse entre sí... y crearon el lenguaje.
 
Con este código, la información crucial para la subsistencia ya no se transmitía de una generación a otra, como sucedía con el ADN, sino de un individuo a otro. Además, comunicarse a través del lenguaje le permitió al Homo sapiens organizarse en colonias cada vez más complejas.
 
La manada se convirtió en aldea, en pueblo, en ciudad. En comunidad. Una comunidad que replica exactamente lo que sucede en cada hombre, en cada ser vivo.
 
El hombre, al igual que cualquier ser vivo, es un organismo compuesto por organismos menores, que comparten información entre sí y cumplen tareas diferentes. Cada organismo, a su vez, es una comunidad organizada de células.
 
El salto evolutivo del plano físico al plano vital se dio con la aparición de una célula que logró registrar un dato y dividirse en dos células que compartían ese mismo dato, las cuales a su vez se dividieron, y de esa multiplicación nacieron las comunidades, los organismos.
 
En el salto del plano vital al plano mental, los organismos se reunieron en organismos mayores, llamados seres vivos, y apareció un nuevo cerebro, capaz de procesar información y comunicarla.
 
Para el siguiente salto evolutivo, que será del plano mental al plano espiritual, los seres humanos han creado un nuevo cerebro, capaz de procesar información y comunicarla, y se han reunido ya no en comunidades aisladas, sino en un organismo mayor que congrega a todos los hombres.
 
Y así, esta teoría arriba a su principal enunciado.
 
El ciclo se repite una vez más.
 
Las primeras células, comunicadas entre sí, se unieron en comunidades para formar organismos. Los organismos, comunicados entre sí, se unieron en comunidades para formar organismos mayores, seres vivos, y, trabajando en conjunto, con el tiempo desarrollaron, inventaron, un complejo procesador de información: el cerebro humano.
 
Dotados de estos cerebros, y comunicados entre sí, los hombres se unieron en comunidades, y, trabajando en conjunto, con el tiempo desarrollaron, inventaron, un complejo procesador de información: la computadora.
 
A través de las computadoras, comunicadas entre sí, los hombres se unieron en la mayor de todas las comunidades: Internet.
 
Internet, en la historia de la evolución, es el nuevo organismo.
 
La evolución impulsó a que el líquido bullente sobre roca inerte creara una célula capaz registrar un dato y compartirlo. Después, la evolución impulsó a que los descendientes de esa célula se agruparan para crear organismos, que a su vez se agruparon para crear organismos mayores.
 
En este proceso, la evolución impulsó la creación de un organismo capaz de procesar un dato y comunicarlo: el cerebro humano, diferente del cerebro animal.
 
Finalmente, la evolución impulsó al hombre a crear un nuevo cerebro, diferente del humano: el procesador, la computadora.
 
Y así como la célula se fue organizando en diferentes tipos de comunidades, hasta alcanzar su máxima expresión de organismo en el hombre, que es una compleja red en la que interactúan millones de células, el hombre también se fue organizando en diferentes tipos de comunidades, hasta alcanzar su máxima expresión en Internet, que es una compleja red en la que interactúan millones de hombres.
 
El trabajo conjunto de millones de células, alimentando de información a un organismo, da como resultado el hombre, que representó el salto de la energía, su ascenso del plano vital al mental.
 
El trabajo conjunto de millones de hombres, alimentando de información a un organismo, da como resultado Internet, que representará el nuevo salto de la energía: su ascenso del plano mental al espiritual.
 
Internet es lo que la energía ha creado para sutilizarse. Es lo que la energía que creó al líquido bullente, a la célula, a los mares, a la tierra, a las plantas, a los animales y al hombre, ha creado para dar el próximo paso en su inexorable proceso de sutilización.
 
Tal vez, a los nacidos antes de la PC nos decepcione esta conclusión, porque quizás Internet no nos agrade demasiado. Pero si queremos ver la evolución, tenemos que mirar a nuestros hijos.
 
Y a ellos les encanta.
 
Nada tiene que ver esto con computadoras rebeldes ni mundo mecanizado. Todo lo contrario. Internet es el conocimiento humano, reunido en un solo organismo. Internet es energía sutil. Son bits de información, que podrían, con el tiempo, convertirse en bits de conciencia.
 
Lo que podría suceder el 12 de diciembre del 2012, gracias a un doble solsticio que produzca el necesario impulso, es que en algún lugar de Internet surja la chispa, la semilla que, al cabo de los siglos, termine construyendo un nuevo reino.
 
Primero fue el reino de la materia inanimada: la sopa química. Luego, el reino de lo vital: los seres vivos. Después, el reino de lo mental: el hombre. Lo próximo es el reino del espíritu en la Tierra.
 
Internet es la nueva plataforma de lanzamiento de la energía hacia un plano superior, así como lo fue el líquido bullente que lanzó a la energía hacia la vida, y así como lo fue el medio ambiente de los seres vivos, que lanzó a la energía hacia el ser humano.
 
Un pasaje bíblico parece describir gráficamente este proceso de sutilización.
 
Apocalipsis, Capítulo 4, Versículo 7: "Era el primer animal parecido al león, y el segundo al becerro, y el tercer animal tenía cara de hombre, y el cuarto animal semejante al águila volando".
 
Primer animal: parecido al león...
 
Líquido bullendo, gases explotando, un ensordecedor rugido sobre la faz de la Tierra.
 
Segundo animal: parecido al becerro...
 
Una célula, inmersa en aquel caldo que se cocía sobre roca inerte, logra registrar un dato y dividirse. Luego comparte información con otras células y crea un ambiente de mares, tierra, plantas y animales sobre la faz de la Tierra. Imagen de paz. Hojas meciéndose en el viento. Trinar de pajarillos. El manso becerro reemplaza al fiero león.
 
Tercer animal: con cara de hombre...
 
¿Qué es el hombre, sino un animal con cara de hombre?
 
Un simio, inmerso en el ambiente de mares, tierra, plantas y animales, logra procesar datos y comunicarlos, y crea un nuevo mundo, con edificios y pavimento sobre la tierra, barcos sobre los mares y aviones en el cielo. El nuevo ser, el animal mental, imprime su huella en la tierra, en el mar, en el cielo. Todo tiene rostro de hombre.
 
Cuarto animal: semejante al águila volando...
 
La evolución trasciende al hombre. Ya había superado lo físico; ahora sobrepasa también lo mental y remonta vuelo.
 
La energía se vuelve espíritu.
 
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(El lunes, el capítulo final)
 
 

jueves, 15 de noviembre de 2012

Una teoría del 21-12-12 (Capítulo 7)

 
Dotados de un cerebro capaz de procesar información y comunicarla a sus semejantes, los monos pensantes ya no necesitaban esperar el paso del tiempo para aprender, para evolucionar.
 
No necesitaban que el azar diera con una mejora en el ADN para incrementar su poder de supervivencia. Podían hacerlo en una sola vida, procesando información y compartiéndola con sus cohabitantes.
 
Nuevamente, la evolución operaba con la fórmula de los organismos. Al igual que aquella primera célula que logró dividirse, si el hombre no se hubiera multiplicado rápidamente y reunido con otros, si se hubiera mantenido aislado, no habría durado mucho tiempo en el ambiente salvaje.
 
Al reproducirse y formar un grupo, una colonia, una comunidad, el hombre aseguró su supervivencia y disparó su evolución.
 
Un miembro del grupo descubría que un palo con punta servía para cazar, se lo comunicaba al resto de la comunidad, y entre todos mataban animales que históricamente habían depredado a su especie.
 
Otro integrante de la colonia descubría el fuego, otro inventaba la rueda... y cada avance llevaba a la especie a evolucionar rápidamente, mientras el resto de la creación seguía con su lento y pausado transitar evolutivo.
 
Al cabo de algunos millones de años, ya no miles de millones, la evolución de esta nueva especie había superado de tal forma a la evolución de todas las demás, la nueva especie había sacado tanta ventaja, que el hombre se adueñó de la Tierra.
 
Al igual que la célula con el líquido bullente, el hombre terminó invadiendo y alterando el medio ambiente anterior, del cual había surgido. Pero... ¿no se suponía que la energía buscaba sutilizarse? ¿Qué tienen de sutileza los edificios y el pavimento, comparados con los árboles y la tierra?
 
La energía, sin embargo, no se rige por juicios de valor. En el camino de la evolución han desaparecido miles de especies, han sucedido cataclismos que han destruido hábitats completos, en los que perecieron todos los seres vivos que moraban allí.
 
Terca, obstinada, la evolución sigue su rumbo. Y no cabe juzgarla, como no cabe juzgar al león cuando apresa descarnadamente al cervatillo.
 
El problema con la pregunta sobre edificios versus árboles, es que no apunta en la dirección correcta. En términos materiales, el edificio es menos sutil que el árbol, sí, pero la sutilización de la energía, a esta altura, ya no se da en lo material.
 
Con el hombre, la energía alcanza un grado de sutilización diferente. Más que un nuevo grado, es un nuevo plano de sutilización.
 
Con la célula que logró registrar un dato y dividirse, la energía utilizó el plano físico del líquido bullente como plataforma de despegue hacia el plano vital. Con el hombre, la energía utilizó el plano vital como plataforma de despegue hacia otro plano.
 
El plano mental.
 
Antes de que la energía diera este salto, en el plano vital había ya precarias manifestaciones de lo que vendría después, primitivas sugerencias del plano mental: el instinto animal, la sabiduría de las plantas.
 
Así también, en el plano mental hay muestras, chispazos de lo que vendrá después.
 
Lo que vendrá después, en la sutilización de la energía, es el plano espiritual.
 
Las precarias manifestaciones o primitivos bosquejos de lo espiritual, en el plano mental, son las dudas existenciales, la búsqueda de respuestas trascendentales, la filosofía, la teología, las religiones.
 
Algún día, lo que hoy es sugerencia será afirmación. Lo que hoy es insinuación, será realización.
 
Algún día, la energía dará el salto del plano mental al espiritual. La fecha, por qué no, podría ser el 12 de diciembre del 2012.
 
¿Qué cambiará ese día?
 
Todo, y sin embargo nada, o muy poco.
 
Probablemente ocurra algo imperceptible, por incomprensible, para el plano mental. Algo que la mente no estará en condiciones de ver.
 
Para el líquido bullente del plano físico, el nacimiento de la vida fue un hecho imperceptible por incomprensible.
 
En el plano vital, el nacimiento del ser humano fue un hecho imperceptible por incomprensible para el resto de los seres vivos. Las plantas y los animales no dijeron: "¡Atención, acaba de nacer el hombre!"
 
De la misma manera, el salto al plano espiritual probablemente será imperceptible por incomprensible para el plano mental.
 
Pero digo "probablemente", y no "seguramente", porque en este caso hay una diferencia fundamental: el ser humano es consciente. Es consciente de lo que ocurrió en el pasado y de lo que está pasando en el presente, y su insistente búsqueda espiritual tal vez le permita ser consciente de lo que ocurra en el futuro.
 
Inevitablemente, de una manera u otra, la evolución dará el salto y cambiará de plano. Pero quizás, si el ser humano pone la suficiente atención y foco, la evolución pueda, por primera vez en la historia, dar el salto en forma diferente. Cambiar de un plano a otro en forma distinta.
 
En forma consciente.
 
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(Mañana, viernes, el Capítulo 8)
 
 

miércoles, 14 de noviembre de 2012

Una teoría del 21-12-12 (Capítulo 6)

 
En la lucha por sobrevivir en el mar y en la tierra, igual a la lucha anterior de las células por sobrevivir en el caldo hirviente, cada especie buscaba diferentes maneras de adecuación a un medio que destruía cualquier intento de nueva forma de vida que no supiera adaptarse.
 
Impulsado por la energía que busca sutilizarse, el propio medio creaba, por ensayo y error, ensayo y error, nuevas especies. Algunas sobrevivían. Otras perecían.
 
Luego de infinitos ensayos y errores, el ambiente logró fecundar una especie con la que se produjo otro salto magno, similar al que se había producido con la primera célula que registró un dato y se dividió.
 
Probablemente se haya dado en ese instante, otra vez, la combinación de solsticios del Capítulo 3. La conjunción del solsticio de verano del sol sobre la Tierra --más específicamente sobre África, en este caso-- con el solsticio de verano del centro de la galaxia sobre el sistema solar. De otra forma no se explica por qué la evolución logró, un determinado día en algún punto de África, dar un paso tanto más grande que los que venía dando durante millones de años.
 
Ese día, en ese lugar, el proceso gradual de la evolución abandonó la gradualidad y dio un salto. Un salto tremendo, comparable al de la célula en el líquido bullente.
 
Y nuevamente, al igual que aquella vez, el factor clave estuvo vinculado con la captación y transmisión de información.
 
La capacidad para procesar datos y comunicarlos fue el elemento diferenciador de la nueva especie, del nuevo animal, del Homo sapiens.
 
Durante el proceso evolutivo, desde aquella primera célula hasta el hombre, las especies habían desarrollado el ADN, una forma de transmitir conocimiento de una generación a otra.
 
Este código genético permitía asegurar la supervivencia en el tiempo. Gracias al ADN, las nuevas generaciones de individuos llegaban al mundo con la información necesaria para emular a sus ancestros y prolongar la existencia de la especie.
 
El ADN, sin embargo, no se repite con absoluta exactitud. Es más bien un patrón general, al que cada individuo le agrega leves modificaciones. Los hijos no son exactamente iguales a los padres. Son parecidos en la mayoría de los rasgos, pero no idénticos.
 
En el continuo ensayo y error del medio ambiente, cuando esa leve modificación del ADN en un individuo resultaba en una mejora para la especie, que fortalecía la supervivencia, ese individuo tenía descendencia más numerosa que los demás, por su mayor capacidad de adaptación, y entonces ese ADN, con ese particular rasgo, se transmitía a mayor número de descendientes, y así la especie evolucionaba.
 
Un día de solsticio de verano en África, en la especie de los simios nació un individuo con una alteración mayor de lo normal en su ADN. Ya no una alteración leve, sino transcendental. Una alteración que lo hizo llegar al mundo con un cerebro distinto.
 
Un cerebro capaz de procesar información y comunicarla.
 
Si alguien les hubiera dicho en ese instante al agua, a los continentes, a las plantas y a los animales que el mundo había cambiado, todos ellos habrían reído.
 
"¿Qué cambió?", habrían preguntado. Y la respuesta correcta habría sido: "Nada". O en realidad: "Muy poco".
 
Al igual que en el caso de la célula en el líquido bullente, nada sucedió en el 99,999... por ciento del planeta. En todos los lugares que no eran ese lugar de África donde nació ese simio, nada ocurrió.
 
Y sin embargo, ese día, el mundo había cambiado por completo.
 
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(Mañana, jueves, el Capítulo 7)
 
 
 

martes, 13 de noviembre de 2012

Una teoría del 21-12-12 (Capítulo 5)


De la teatralización del capítulo anterior hay algo para rescatar.
 
El actor dominante, en un determinado período del proceso evolutivo, en el camino de sutilización de la energía, considera imposible que alguien venga a destronarlo. Tiene tanto control sobre la Tierra, destruye con tanta facilidad cualquier intento de cambio, que está convencido de que su reinado será eterno.
 
Si le dijeran a ese actor que algo que hoy existe, algo que él mismo ha creado, dominará el planeta en un futuro y lo desplazará del centro de la escena, ese actor se reiría. Haría sonar la socarrona carcajada del descreimiento.
 
Otro punto fundamental a resaltar es, precisamente, el hecho de que el nuevo actor, que desplaza del escenario al anterior, es creado por el actor anterior.
 
La célula de los primeros capítulos, que registró un dato y se dividió, no salió de la nada, no fue engendrada en el vacío. Salió del líquido bullente, fue creada por ese mismo líquido bullente que después la célula se encargó de reemplazar como habitante primordial de la faz de la Tierra.
 
En este proceso, el nuevo actor principal de la evolución es una invención del actor anterior. Una invención que termina superando al inventor.
 
Engendrada por el líquido hirviente, emergida de él, la célula que registró un dato y se dividió terminó creando los mares, los continentes, las plantas y los animales que se adueñaron del planeta.
 
Más tarde, el ciclo se repitió.
 
La evolución no se detuvo. El proceso de sutilización debía continuar.
 
Alguien podía pensar que el mundo era perfecto entonces. Mares, continentes, plantas, animales. Un paraíso de paz, equilibrio y sosiego. ¿Para qué seguir con la evolución? ¿Para qué trastocar lo que se había alcanzado?
 
Y sin embargo, la evolución continuó. La energía siguió buscando algo más elevado, más sutil. Nada detiene a la energía en ese camino, y mucho menos un juicio de valor sobre qué es mejor y qué es peor, sobre qué es perfecto y qué no lo es.
 
Así que el ciclo se repitió.
 
En el medio ambiente del líquido indómito había surgido una célula que se había adueñado del planeta. Esa célula había alterado el medio ambiente que la había engendrado. Había reemplazado colores rojizos y ensordecedoras explosiones, por tonos verdosos y trinar de pajarillos.
 
Millones de años después, en este nuevo medio ambiente surgió un nuevo ser.
 
Un nuevo ser que, con el tiempo, reeditaría el ciclo: se adueñaría del planeta y alteraría el medio ambiente que lo había engendrado.
 
En estos ciclos, lo previo se mantiene, porque sirve de base y alimento para lo siguiente. Pero no queda indemne. Sufre desplazamiento y alteraciones. Un precio que la evolución está dispuesta a aceptar, porque de eso se trata, precisamente, el proceso evolutivo.
 
No se trata de preservar intacto lo viejo, sino de ir haciendo lugar para lo nuevo.
 
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(Mañana, miércoles, el Capítulo 6)