Los griegos no decían: "Ha muerto".
Tenían, según reveló un profesor de lenguas antiguas, una
mejor forma de decirlo.
Me fascinan las personas que se fanatizan con su ciencia, y
este profesor era una de ellas.
Era, además, el tipo más conocedor de etimología que yo haya
visto.
Apuntes que guardo de la universidad --por esa costumbre de
almacenar papeles que mi mujer detesta-- me permiten repasar la lección sobre
"muerte", vocablo que el idioma español tomó del término latino
"mors".
La raíz indoeuropea "mor" se halla, siempre
referida a la muerte, en varias lenguas. Entre ellas, la anglosajona, de donde
deriva la palabra inglesa "murder".
El profesor remarcaba que, a diferencia del español, el
inglés utiliza esa raíz para hablar de "asesinato", un hecho con
serias connotaciones negativas. Para el acto de expirar, en cambio, usa
"death", palabra de origen más luminoso.
"Death" viene del inglés antiguo "deao",
cuya raíz indoeuropea es "dheu".
En latín, "deus" es "Dios". En griego no
existe "deus", pero el padre de los dioses del Olimpo se llama
"Zeus".
Y al llegar ahí, el profesor se fanatizaba.
Recuerdo su elogio a los ingleses, por haber acuñado el
término "death", que a oídos latinos suena como un encuentro con
Dios. Como un adiós.
Pero era al referirse a los griegos que se despertaba la
verdadera pasión del catedrático.
Cuando una persona fallecía, nos explicaba, en la antigua
Grecia no decían: "Ha muerto".
Con inocultable entusiasmo, el profesor nos contaba que los
antiguos usaban una forma mucho más lógica, mucho más coherente, mucho más
real.
Decían: "Ha vivido".
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