domingo, 30 de diciembre de 2012

El Buda y el Oeste

 
Los atavíos hindúes con que suele aparecer ornamentada su figura, hacen creer que el Buda es lejano a occidente, ajeno a la realidad de esta parte del mundo.
 
Su historia, sin embargo, es llamativamente occidental.
 
Al Buda se le dio todo. Para que no se cumpliera la predicción de que despertaría y renunciaría a su herencia, su padre rey se aseguró de que al niño nada le faltara. Y no escatimó en riquezas.
 
Eso, si lo miramos sin atavíos hindúes, es lo que sucede con los niños en occidente, más a menudo que en la India.
 
Es a los niños de occidente a quienes se les da todo. Los padres se aseguran de que a sus hijos nada les falte, y no escatiman en riquezas. Juguetes, golosinas, televisión, computadora, DVD...
 
Esa realidad, mucho más occidental que hindú, nos emparenta con el Buda. Al igual que él, nosotros no sólo sabemos lo que es tener resueltas las necesidades básicas de la vida, sino que conocemos los lujos. En mayor o menor medida, todos hemos probado, de este lado del mundo, alguna cucharadita de opulencia.
 
Lo cual es un excelente punto de partida, porque nos permite comprobar algo fundamental. Nos permite saber, por experiencia propia, que ahí no reside la felicidad.
 
Si allí estuviera la felicidad, si la felicidad dependiera de tener juguetes, golosinas, televisión, computadora, DVD... no anhelaríamos más. Anhelar más es el síntoma que denuncia el problema. Sabemos, por haberlo vivido, que tener cosas sólo lleva a desear más cosas.
 
Y entonces se nos abren dos caminos.
 
Podemos seguir buscando por el lado de las posesiones, lo cual sería una insistencia tan obtusa como absurda.
 
O podemos, como Siddhartha, elegir ser el Buda, el Despierto.
 
 
 

sábado, 29 de diciembre de 2012

Ellos también (Parte 2 de 2)

 
Los árboles pueden recibir amor.
 
Y también pueden darlo.
 
(ver foto en facebook.com/ElZentidoDeLaVida)
 
 
 

Ellos también (Parte 1 de 2)

 
Los árboles también sienten.
 
(ver foto en facebook.com/ElZentidoDeLaVida)
 
 
 

viernes, 28 de diciembre de 2012

Sin ruido

 
El día se vuelve noche sin fanfarria, sin escándalo. La radical transformación se produce en llamativa quietud. Hay una especial tranquilidad en el ambiente, con esos últimos rayos de sol. Es como si la naturaleza se recogiera en meditación, para recibir el paso del día a la noche.
 
Los cambios profundos, los verdaderos y trascendentales, tienen la paz del atardecer.
 
El cambio profundo no llega con terremotos ni erupciones de volcanes, no arriba con explosiones ni destellos, no se anuncia con tormentas ni vendavales.
 
El cambio profundo no hace más ruido que el de una semilla cuando brota.
 
El cambio profundo se produce de una manera tan sutil, que sólo las almas en silencio pueden percibirlo.
 
 
 

jueves, 27 de diciembre de 2012

Sincronicidad

 
Cuando las células del cerebro se combinan con las de los ojos, las del brazo y las de la mano para agarrar algo, no nos sorprendemos por el fenómeno. Sabemos que las células de nuestro cuerpo están conectadas entre sí, al ser parte de un organismo.
 
Nosotros también somos parte de un organismo, llamado "universo".
 
Lo que pasó ayer con Viviana y sus amigos, quienes justo ese día estaban conversando sobre el tema que apareció publicado aquí (ver los comentarios en la entrada "Los Filtros de la Mente"), es maravilloso, pero no me sorprende.
 
Tampoco me sorprende cuando nos acordamos de una persona que no vemos hace tiempo, y en ese preciso instante, oh casualidad, esa persona nos llama por teléfono.
 
"A star fall, a phone call, it joins all..."
 
El psiquiatra suizo Carl Jung acuñó el término "sincronicidad" en su teoría del inconsciente colectivo, que inspiró al poeta irlandés William Butler Yeats a hablar del "Espíritu del Mundo", y al periodista húngaro Arthur Koestler a escribir la novela "Raíces de la Coincidencia", dos autores que a su vez inspiraron al músico inglés Sting a componer la canción "Synchronicity", de The Police.
 
A connecting principle
Linked to the invisible.
Almost imperceptible
Something inexpressible.
Science insusceptible
Logic so inflexible
Causally connectible.
 
We know you, they know me
Extrasensory
Synchronicity.
 
A star fall, a phone call
It joins all
Synchronicity.
 
No necesito decir más. Ya lo ha dicho Sting.
 
Semanas atrás estaba tratando de darle forma a una idea, cuando ese mismo día de ese mismo mes de ese mismo año, en una página que suele compartir mis textos, una persona, a quien no tengo el gusto de conocer, publicó una entrada con exactamente la misma idea que yo tenía en mente.
 
Ya está, pensé. Ha expresado la idea esa persona. Es lo mismo que haberla expresado yo.
 
Somos uno.
 
 
 

miércoles, 26 de diciembre de 2012

Los filtros de la mente

 
La palabra que corresponde es "infinito", pero usemos un término mensurable. Digamos, por ejemplo, "millones".
 
En cada instante de nuestra vida nos enfrentamos a millones de posibilidades, y, como sería demasiado trabajo sopesarlas todas, le damos a la mente la potestad de reducir el abanico.
 
La mente echa mano entonces de una serie de herramientas.
 
La primera es el pasado, con las dos mandíbulas de la pinza: el nunca y el siempre.
 
"Nunca hemos hecho esto", dice la mente, "así que nunca lo haremos", y con eso descarta unos cuantos millones de posibilidades.
 
"Haremos esto", dice la mente, "porque es lo que siempre hemos hecho", y de esa forma se deshace de otros tantos millones de posibilidades que no concuerdan con el comportamiento habitual.
 
Así, los millones del principio quedan reducidos a miles.
 
Luego viene el miedo.
 
Si alguna posibilidad aventurera logra superar el filtro del pasado, aparece el miedo como nuevo agente represor. Eso reduce los miles a cientos.
 
Después, si alguna intrépida posibilidad salta el muro del pasado y atraviesa la ciénaga del miedo, surge otra barrera: la pereza.
 
La pereza, con su pasiva potencia, reducirá las centenas de posibilidades a meras decenas.
 
La mente hará pasar luego esas decenas por algunos otros tamices menores, hasta reducir las posibilidades a un tedioso y rutinario puñado.
 
Y así vivimos.
 
A pesar de que a cada instante tenemos millones de posibilidades, por no decir infinitas, vivimos como si sólo tuviéramos dos o tres.
 
 
 

lunes, 24 de diciembre de 2012

La vida inútil

 
A  pesar de que voy a exponer este argumento con mis palabras, porque no recuerdo exactamente las que usó el que lo dijo, no quiero hacerlo mío, porque no me pertenece. No salió de mi cabeza. Lo escuché hace algún tiempo en España, y se ve que me pareció lo suficientemente original como para hacerle un lugar en mi memoria.
 
El pensador ibérico, responsable intelectual de esta argumentación, hablaba de "vivir para nada". Una idea que puede sonar descabellada, casi insultante, bajo el paradigma de la vieja era materialista; pero eso no la descalifica. Por el contrario, entrar en conflicto con antiguos conceptos es condición indispensable para que una idea sea actual.
 
Tal vez, sostenía el español, en la nueva era ya no se viva para algo.
 
Quizás se viva inútilmente.
 
Lo cual, aunque a oídos desacostumbrados suene agraviante, podría significar en realidad acercarse a la energía sutil de la conciencia, y alejarse de la energía densa de la materia.
 
El español no decía, vale aclarar, que fuera malo vivir para algo. Es vivir una vida útil, y la utilidad tiene valor. Además, vivir para algo mantiene calmada la mente, que se queda tranquila cuando sabe que está usando el tiempo en forma productiva.
 
Pero cuando se vive para algo, el valor reside en aquello para lo que se vive, y entonces el valor es ajeno a la vida.
 
En cambio, cuando se viva sin "para", sin utilidad, cuando se viva por el simple y a la vez magnífico hecho de existir, la vida tendrá valor en sí misma.
 
 
 

sábado, 22 de diciembre de 2012

Nuevo mundo

 
Es largo el sendero del cambio. Lleva tiempo recorrerlo. Pero con cada paso hay un poco menos del viejo mundo, y un poco más del nuevo.
 
Mientras avanzamos, tratemos de conectarnos con los demás desde el corazón.
 
Eso ayuda a iluminar el camino.
 
 
 

viernes, 21 de diciembre de 2012

Felicidades

 
Estoy publicando esta entrada el 21 de diciembre del 2012, a las 05:12 de la mañana en Ciudad de Guatemala, Ciudad de México, San José de Costa Rica, Managua, San Salvador y Tegucigalpa; las 06:12 en Bogotá, Lima, Nueva York, Panamá y Quito; las 06:42 en Caracas; las 07:12 en La Paz y Santo Domingo; las 08:12 en Asunción, Buenos Aires y Santiago de Chile; las 9:12 en Montevideo y Sao Paulo; las 11:12 en Londres, y las 12:12 del mediodía en Madrid, París y Roma.
 
En este preciso instante ocurre un paso semejante al que se da entre el 31 de diciembre y el 1° de enero, pero no en relación con el sol en este caso, sino en relación con el centro de la galaxia.
 
Las cosas no cambian demasiado entre el último minuto de diciembre y el primer minuto de enero... y sin embargo brindamos, porque sabemos que un ciclo termina y otro ciclo comienza.
 
Así que levanto mi copa por la humanidad.
 
¡¡¡ FELIZ ERA NUEVA !!!
 
 
 

jueves, 20 de diciembre de 2012

El otro lado

 
Después de que hayan deslumbrado nuestros ojos con los brillos de la riqueza, después de que hayan excitado nuestra mente con el ansia de las posesiones, después de que hayan puesto nuestras manos a trabajar con la promesa de un pago, deberíamos volver hacia dentro y conectarnos con esa parte de nosotros que no se mueve por ambición.
 
Esa parte de nosotros a la que no llega el dinero.
 
Esa parte de nosotros que es, por suerte, insobornable.
 
 
 

De qué depende

 
El acto define al actor, me dijo un verdadero maestro. El que roba es ladrón, el que ama es amante, el que ríe es alegre.
 
Tú puedes ser lo mismo que has sido hasta ahora, me dijo, o puedes ser algo completamente distinto.
 
Depende de tu próximo acto.
 
 
 

miércoles, 19 de diciembre de 2012

Otra de un verdadero maestro

 
Si tu mente ha resuelto los dilemas de la vida, me dijo un verdadero maestro, si a tu mente nada la hace dudar, si tu mente está completamente segura de sus creencias y de sus conceptos, si tu mente tiene una respuesta para todo... entonces tu mente ya no te sirve.
 
 
 

martes, 18 de diciembre de 2012

Se está acabando

 
Lo único que no se acaba en el universo es el acabarse.
 
En la Tierra, los árboles caen, lamentablemente, y los animales mueren. En el espacio, las estrellas se desintegran, los soles se apagan.
 
El hombre vive, sin embargo, con la idea de que todo es permanente. Inconscientemente sostiene la premisa de que nada cambia, cuando le bastaría abrir los ojos para ver que si hay algo inmutable en la existencia es, precisamente, el mutar.
 
No hace falta que sea 21 de diciembre, o cualquier otra fecha, para que todo cambie. Todo cambia constantemente, todo el tiempo.
 
Pero la psiquis, que necesita un marco de referencia estable, induce al hombre cerrar los ojos para no admitir que forzosamente, inevitablemente, el mañana será distinto del hoy.
 
Dado que muchos descreen de la astrología, no recurriré en este escrito al fin de la era de Piscis y el inicio de la de Acuario; imagen que, real o no, me resulta agradablemente poética.
 
Me remitiré a la historia, "magistra vitae", una materia de la que nadie descree.
 
A lo largo de la historia se acabó la era de Piedra, se acabó la era de los Metales, se acabó la era Clásica, se acabó la era Medieval, se acabó la era Renacentista...
 
Así que, dado que todas las eras se acabaron, lo único que puede decirse, acerca de la era en que uno vive, es que se está acabando.
 
No sé cuál será la fecha exacta. Tampoco sé cómo explicar, en términos científicos, un sutil presentimiento, compartido por un número de gente cada vez mayor, de que algo nuevo está a punto de llegar.
 
Pero sí puedo decir, con empírica certeza, que cada día nos acercamos un día más al fin de la era Materialista.
 
 
 

Sin vergüenza

 
La creatividad florece en la libertad de la inocencia, donde no hay complejos, ni ataduras, ni qué dirán...
 
"Me llevó toda una vida aprender a pintar como un niño".
-- Pablo Picasso
 
 
 

lunes, 17 de diciembre de 2012

Lo que valoramos

 
Los grandes cambios en la vida vienen emparentados con un cambio en aquello a lo que le conferimos valor.
 
De niños le damos valor al juego.
 
En la adolescencia le damos valor a las relaciones.
 
Más adelante le damos valor a la constitución de la familia, y a la generación de recursos para sostenerla.
 
Podríamos seguir tirando ejemplos, pero la idea de esta entrada no es discutir a qué le confiere valor el ser humano en cada etapa de su vida, sino detenerse en el punto inicial: cuando cambia aquello que valoramos, nuestra vida cambia sustancialmente.
 
Entonces, si queremos un cambio sustancial en nuestra vida, lo que debemos hacer es preguntarnos a qué le damos valor, y actuar sobre nuestra mente para darle valor a algo distinto.
 
El cambio, sin embargo, como puede observarse en el paso de la niñez a la adolescencia, o en el paso de cualquier etapa de la vida a cualquier otra etapa más madura, no se produce de un día para el otro. Empieza como un leve bosquejo, y se va dibujando gradualmente hasta definirse por completo.
 
Lo que sucede en estos tiempos, a mi parecer, es que la humanidad, en su proceso de maduración, propio de cualquier organismo, está pasando de una etapa a otra de su vida, lo cual conlleva un cambio en aquello que valora.
 
Específicamente, en mi opinión, la humanidad está dejando de darle valor a lo material, para conferírselo a lo espiritual. Lo cual está produciendo un cambio colectivo que va delineándose en forma lenta, pero progresiva.
 
Un cambio colectivo que apenas está esbozándose, pero que será percibido cada vez con mayor nitidez.
 
 
 

jueves, 13 de diciembre de 2012

Pregunta 3 de 3: ¿Cómo somos?

 
En realidad no lo eres, me respondió un verdadero maestro, cuando le comenté, orgulloso, que yo me consideraba a mí mismo un tipo bueno.
 
Para que exista libre albedrío, me dijo, tienen que existir todas las posibilidades. Una elección con opciones limitadas no sería una elección verdaderamente libre, y además la experiencia de la vida sería incompleta.
 
Si tú fueras bueno, pacífico y generoso, no serías libre de elegir lo contrario.
 
En realidad eres bueno, pacífico y generoso, y también eres malo, belicoso y egoísta.
 
Luego, con todas las posibilidades a tu disposición, escoges una opción sobre otra en cada momento de tu vida.
 
Lo que te hace un buen tipo, me dijo, es elegir serlo.
 
 
 

miércoles, 12 de diciembre de 2012

Pregunta 2 de 3: ¿Quién lo decidió?

 
Si piensas que fue decisión tuya venir a esta vida --me respondió un verdadero maestro, cuando le pregunté quién era el responsable de que yo estuviera aquí--, entonces disfruta cada día... y así honrarás tu decisión.
 
Si piensas que no fue decisión tuya venir a esta vida --me dijo--, entonces disfruta cada día... y por la noche agradece.
 
 
 

Pregunta 1 de 3: ¿Puedo seguirte?

 
"No hay camino. Se hace camino al andar".
-- Antonio Machado
 
Mis huellas son el rastro de mi ser, respondió un verdadero maestro, cuando le pregunté si podía seguirlo.
 
Para caminar mis pasos, me dijo, tendrías que vivir mi vida.
 
Transitar la senda de otro es imposible, y tratar de hacerlo es un sinsentido, agregó. Puedes intentarlo, si quieres, pero aún así estarás abriendo tu camino.
 
Hagas lo que hagas, me dijo, por el solo hecho de vivir estarás creando un nuevo sendero, que será único, y que será tan tuyo como tu existencia.
 
 
 

martes, 11 de diciembre de 2012

Germinación

 
La biología distingue dos clases de semillas, hipogeas y epigeas, según su forma de germinar.
 
Al principio, ambas habitan el suelo por igual, enterradas en un mundo plagado de nutrientes, pero literalmente oscuro y opresor.
 
Ambas echan raíz hacia abajo, que las aferra a ese ambiente, y a la vez extienden un tallo hacia arriba que traspasa ese plano y las conecta con otro lugar, con otra dimensión.
 
Hasta ahí, ambos tipos de semillas son iguales.
 
La diferencia surge en un momento trascendental, un instante en que las semillas toman caminos distintos.
 
Las hipogeas prefieren permanecer en lo viejo, en lo seguro. No salen de la tierra.
 
Las epigeas se animan a dar el salto, a abandonar lo conocido. Se dejan llevar por el tallo hacia lo nuevo.
 
Emergen del suelo.
 
Esa es, creo yo, la bifurcación que se producirá en los próximos tiempos. El universo no cambiará, pero será diferente para unos y para otros, según la forma en que cada uno decida germinar.
 
Ambas semillas, hipogeas y epigeas, habitan el mismo planeta al mismo tiempo, pero mientras unas viven en un mundo literalmente oscuro y opresor, las otras viven en un mundo de luz, de expansión y de libertad.
 
 
 

lunes, 10 de diciembre de 2012

Lo que hay debajo de todo

 
Todavía no estamos listos para aceptar que nosotros creamos la realidad, pero detengámonos un minuto a observar qué es lo que llamamos "presente".
 
Muchas teorías del buen vivir hablan de estar en el presente, lo cual suena bárbaro. El problema es que el presente se esfuma en el preciso instante en el que uno quiere estar allí.
 
Ese continuo desvanecimiento tiene su raíz en que el presente es potencialidad, y la potencialidad desaparece cuando se concreta en algo determinado.
 
El presente es potencialidad respecto del momento siguiente. Para verlo claro: si yo quiero gritar en el presente, ahora mismo, en este instante, no podré hacerlo. Cuando grite, el instante en el que yo quería gritar habrá pasado.
 
Y mientras esté gritando, al mismo tiempo estaré decidiendo si seguiré vociferando, si lo haré más fuerte o más despacio, o si cerraré la boca o haré cualquier otra cosa. Lo que sea que decida, ocurrirá, otra vez, al momento siguiente.
 
Lo único que sucede en el momento en que uno toma una decisión, es la decisión de lo que uno hará en el instante posterior.
 
Decisión respecto de infinitas posibilidades, de infinitos desenvolvimientos potenciales.
 
Así que de eso está hecho el presente. De potencialidad.
 
Esa es precisamente la conclusión a la que la física cuántica está arribando: siempre que haya un instrumento de observación más potente, cada vez que se invente un microscopio más poderoso, se descubrirá una partícula más pequeña que la última conocida... y así hasta el infinito de lo minúsculo, que probablemente termine en nada. Los científicos sospechan que si algún día, en ese viaje hacia el interior de la materia, llegan al final de lo micro --algo tan improbable como llegar al final de lo macro viajando por el espacio--, encontrarán nada.
 
Sólo encontrarán el potencial de algo.
 
Porque debajo de todo, sospechan, hay sólo potencialidad. No hay partículas definidas, sino partículas en potencia.
 
Partículas en potencia, esperando que alguien tome una decisión, que alguien realice un acto de voluntad, para materializarse de una forma o de otra.
 
Lo que hacemos en el presente es decidir, optar por una sola entre innumerables posibilidades.
 
Decidir es enviar la orden para que las partículas en potencia del universo se concreten de una determinada manera.
 
Decidir es darle forma al mundo.
 
Todavía no estamos listos para aceptar que nosotros creamos todo... pero, según parece, eso es exactamente lo que hacemos a cada momento.
 
 
 

viernes, 7 de diciembre de 2012

Los primeros cincuenta

 
"Valió la pena que estuviera 40 años encerrado", dijo mi suegra.
 
Cuarenta y tres y medio, para ser exactos, y no fue literalmente un encierro. Fue, más bien, un transitar por circuitos diferentes, en los que no mucha gente me veía.
 
Y lo que hacía era principalmente buscar. No recuerdo un día de mi vida en que no haya buscado.
 
El fruto de esa búsqueda son los textos publicados aquí, que hoy llegan a 50.
 
Y para celebrar los 50, por primera vez voy a repetir una entrada.
 
Elegí una de las que mejor recepción tuvo. Una de las más comentadas y compartidas.
 
Antes de pegar ese texto acá abajo, aprovecho para agradecer infinitamente cada "me gusta" y, sobre todo, cada comentario.
 
Inicié esta página cuando sentí que era hora de dejar de sembrar para mí, y empezar a compartir con otros. Desde entonces me he encontrado con cientos de personas que están en un camino parecido, lo cual ha generado una interacción que ha multiplicado mi cultivo.
 
Cincuenta millones de gracias a todos, y acá va el texto seleccionado...
 
UNA LEYENDA
 
En una antigua biblioteca, cuando Internet no existía, leí acerca de una tribu cuyo mito sobre los inicios de la humanidad me resultó sorprendente.
 
El mito decía que ciertos ángeles, en los que la tribu creía con fervor, habían creado a los hombres.
 
Estos ángeles gozaban de lo que el libro señalaba como "consciencia de unidad". Ellos sabían que eran uno solo. No se consideraban distintos unos de otros, ni separados unos de otros. Actuaban y pensaban como uno solo.
 
A ese uno le llamaban Dios.
 
En la narración de la tribal leyenda, el libro dedicaba cientos de páginas a describir el gozo de los ángeles. Hasta que, finalmente, se abría el esperado capítulo de la creación.
 
Contaba el relato que cierto día, por mera diversión o curiosidad, los ángeles decidieron experimentar la individualidad.
 
Entonces crearon un cuerpo físico, dentro del cual transitar el fenómeno de la separación.
 
A ese cuerpo le llamaron Hombre.
 
Los ángeles sabían perfectamente a lo que se atenían con el experimento. Sabían que les esperaba una aventura maravillosa, pero que tenía su precio. El precio del dolor que produce la disociación.
 
Ese dolor iba a estar presente en cada momento, porque el ser que se considera ajeno a la unidad, que se considera independiente del todo, siempre sufre. Sufre cuando no tiene algo, por el deseo de tenerlo, y sufre cuando tiene algo, por el miedo de perderlo.
 
Si el ser supiera que es parte del todo, sabría que es lo mismo que ese algo lo tenga él, o lo tenga cualquier otro. Pero no lo sabe. O en realidad lo sabe, según el mito de la tribu, pero lo ha olvidado.
 
A fin de vivir plenamente la experiencia de la individualidad, era condición, para los ángeles de la leyenda, olvidar lo que sabían. Durante el tiempo en que fueran hombres, debían olvidar que eran ángeles, como olvida el que sueña que se ha ido a dormir.

Sin embargo, y aquí viene lo más interesante, lo que me pareció más revelador del mito, los ángeles, en su descenso al hombre, no quemaron todos los puentes con su lugar de origen, no cerraron todas las conexiones con su paraíso. No cortaron todos los lazos con su verdadera existencia.
 
A fin de no quedar por completo desligados, a fin de mantenerse en contacto con el edén de donde provenían, como el astronauta que no abandona la nave sin cordón, los ángeles se dieron a sí mismos una llave.
 
Una llave para recordar que, en su estado anterior, todos eran uno.
 
Una llave que despertara, en su inconsciencia humana, la consciencia de unidad.
 
Una llave que les permitiera sentir, al menos por un momento, que la individualidad se desintegra y el ser vuelve al todo.
 
A esa llave le llamaron Amor.
 
 
 

jueves, 6 de diciembre de 2012

Permítanme hablar de negocios (son sólo tres líneas)

 
Me sorprendió que Michael Porter declarara, en una reciente charla, que las empresas en los Estados Unidos han perdido el prestigio con el que contaban hasta hace algunos años.
 
No me sorprendió el dato, que supongo resulta obvio para muchos. Lo que me sorprendió fue que el viejo gurú de estrategia corporativa lo admitiera, y pusiera el acento en que la sociedad ya no mira a las grandes compañías con admiración, sino con desconfianza... por no decir desprecio.
 
Por mi parte, arribé a una sola conclusión, luego de escuchar a Porter: la única forma de subsistir para las empresas, si no quieren que el nuevo mundo termine de darles por completo la espalda, será cambiar "valor agregado" por "valor compartido".
 
 
 

miércoles, 5 de diciembre de 2012

Más Trumans, menos actores

 
Sin pedirnos permiso ni explicarnos el por qué, nos mandan abrupta y dolorosamente a un planeta del cual no podemos salir, como no podía salir Truman de su esfera, y luego, al cabo de una cantidad arbitraria de años, también sin pedirnos permiso ni explicarnos el por qué, nos sacan abrupta y dolorosamente de ese lugar al que estábamos empezando a acostumbrarnos.
 
Pero si llegamos a cuestionar el proceso, a denunciar el absurdo que encierra toda la cuestión, algunos alrededor nos señalan con el dedo. Nos dan a entender que si ellos lo aceptan sin chistar, nosotros deberíamos hacer lo mismo.
 
Son actores.
 
Cuando intentaba rebelarse contra el universo que le habían armado, los demás actores del "Truman Show", funcionales a ese mundo de utilería, desalentaban el anhelo de Truman de conocer lo que había del otro lado de la mampostería.
 
Los que se burlan de las inquietudes existenciales son como esos actores.
 
Si ellos no se preguntan de dónde venimos y adónde vamos, no deberían reprimir al que formula esa clase de planteos.
 
En términos más terrenales, si a ellos les suena lógico que se gaste en armamento miles de veces más de lo que bastaría para acabar con el hambre en el mundo, al menos no deberían callar al que le parece que algo no cierra.
 
Y en términos externos a la Tierra, si ellos creen que este planeta es el único territorio habitado en un cosmos infinito, al menos no deberían burlarse del que cree lo contrario.
 
Pero son actores. Actores que, a diferencia de los que distraían a Truman, no reciben paga ni recompensa por aplacar al que se le ocurre pensar distinto.
 
Lo hacen maquinalmente. Uno pulsa ese botón, con algún argumento inusual, con algún comentario que los descoloque, y ellos reaccionan en forma inmediata y automática, como si estuvieran aparatosamente programados.
 
Lo hacen de manera inconsciente.
 
Lo hacen dormidos.
 
Por suerte, cada día hay más conciencia y menos autómatas.
 
Abrir los ojos y salir del sueño es un proceso incómodo. Implica renunciar a la confortabilidad de lo conocido, de lo popularmente aceptado.
 
Algunos se resisten a hacerlo, pero cada vez son más los que se lanzan hacia ese rumbo.
 
Y el primer paso en ese camino es dejar de actuar, así que cada vez hay menos actores, menos gente que baje las persianas, menos gente que cierre las cortinas, menos gente que apague la luz de los que quieren despertar.
 
 

martes, 4 de diciembre de 2012

¿Para qué más?

 
¿Más cerebro?
 
Usando un porcentaje mínimo del que tenemos hemos hecho todo esto. ¿Y todavía queremos más?
 
Me resulta incómoda esa imagen, tan popular, del hombre del futuro con cabeza enorme y cuerpo achicado.
 
Y además de incómoda, me suena poco probable.
 
Creo que la evolución se mueve en otra dirección. Creo que tiende hacia el equilibrio, hacia la proporción.
 
Es como dice Aldous Huxley en "Contrapunto": "Los dinosaurios murieron por tener exceso de cuerpo y escasez de cabeza. El tamaño físico es un obstáculo después de cierto punto".
 
Lo mismo vale para el tamaño cerebral, agrega Huxley, y despliega el argumento de que si el hombre sacrifica la vida física y afectiva, a favor de la mental, estará creando un ser tan desequilibrado y desproporcionado como aquellas extintas especies.
 
 
 

lunes, 3 de diciembre de 2012

Verbo

 
De los 31 versículos del Capítulo 1 del Génesis, ocho mencionan que Dios creó al mundo con la palabra.
 
"Dios dijo: Haya luz. Y hubo luz", es uno ellos.
 
"Dijo asimismo Dios: Haya un firmamento en medio de las aguas, que separe unas aguas de otras", es otro ejemplo.
 
Si la Biblia tiene razón, quizás estén en lo cierto quienes sospechan que la ciencia, en su incansable escarbar debajo del átomo, terminará encontrando nada. Porque tal vez, al final, la creación no sea algo tangible, aunque sí perceptible.
 
Tal vez, la creación sea eso: una voz, una vibración, un sonido.
 
Tal vez, y me produce cierta paz pensar esto, la creación sea simplemente música.
 

 

viernes, 30 de noviembre de 2012

Dolce far niente

 
Cometí la imprudencia de consultarle una mundana decisión a un verdadero maestro.
 
"¡Necio!", me gritó.
 
Mi intención, carente de tino, había sido aprovechar su sabiduría para algo corriente, pedirle consejo sobre una movida vinculada con mi economía, con mi bolsillo.
 
Mala idea.
 
"¡Necio!", repitió.
 
Sabía cuándo enojarse.
 
"¡Necio, necio!", martillaba, con su extraño acento.
 
Intenté defenderme: "Es que no sabía bien qué hacer y..."
 
"Ahí está el problema", interrumpió. "En hacer".
 
El diálogo que siguió después no me dio la respuesta a mi consulta, obviamente, pero al menos le devolvió la calma a un verdadero maestro.
 
"¿Cuántas cosas has hecho en todos estos años?", me preguntó, ya más tranquilo. "O mejor dime: ¿cuántas veces no has hecho algo? ¿Cuántas veces has hecho nada?"
 
"Bueno", contesté, "muchas veces he descansado, he dormido, he meditado".
 
"Eso no es hacer nada", dijo con dureza, pero ahora sin enojo. "Cuando descansas, estás haciendo algo, estás descansando. Lo mismo cuando estás durmiendo, o meditando. Incluso si en tu meditación logras acallar la mente, estás haciendo algo: acallar la mente".
 
"Pero entonces hacer nada es imposible".
 
"Es absolutamente posible, y muy sencillo. Simplemente hay que hacer eso: nada".
 
"Pero si uno quiere subsistir, tarde o temprano tendrá que hacer algo".
 
"Probablemente, pero hacer para vivir es muy distinto a vivir para hacer, a que tu vida consista solamente en hacer. Si quieres hablar de subsistencia, respóndeme: ¿puedes hacer que un sismo no derribe tu casa? ¿Puedes hacer que un volcán no sepulte tu cuidad? ¿Puedes hacer que las aguas no inunden tu llanura? ¿Puedes hacer que tu planeta no detenga su rotación? ¿Puedes hacer que las estrellas no se desplomen sobre tu mundo? ¿Puedes hacer que el sol no deje de abrigarte?"
 
"No, pero..."
 
"Pero de esos factores depende tu subsistencia, así que sería mejor que hicieras algo".
 
"Es imposible hacer algo..."
 
"Exacto, y hace un minuto decías lo contrario. Decías que hacer nada era imposible, y sin embargo, sin que tú hagas, el universo se acomoda de tal manera que tú sigas existiendo. Cada segundo de tu vida depende del ordenamiento perfecto de millones de planetas, soles, estrellas, galaxias... y vienes a verme preocupado, con una decisión que tú crees importante, como si algo realmente dependiera de ti".
 
"Y hacer nada sería..."
 
"Sería eso, hacer nada. Es fácil identificarlo, porque es lo contrario de lo que quiere tu mente. Empieza al menos con un minuto por día. Un solo minuto, en 24 horas. Un minuto de hacer nada. Ni trabajar, ni jugar, ni comer, ni bañarte, ni descansar, ni meditar. Nada. Y entonces habrás vivido un minuto".
 
"¿Significa que hasta ahora no he vivido?"
 
"Has vivido distraído. Distraído con el hacer. Engañado por la creencia de que vivir es estar haciendo algo".
 
A esa altura llegó el momento en que el maestro inició su retirada, a paso lento.
 
Completó la idea con un hablar tan pausado como su andar, mientras meneaba la cabeza: "La vieja humanidad confundió vivir con hacer... pero vivir no es hacer".
 
Se alejó hacia su puerta, señal inequívoca de que nuestro encuentro había terminado, y antes de encerrarse dejó, como de costumbre, una última frase.
 
"Vivir es ser".
 
 
 

jueves, 29 de noviembre de 2012

Sabelonada

 
Me cuesta mucho, como padre, responder "no lo sé".
 
Cuando mi hija de siete años, con su cerebro de cien mil revoluciones, me pregunta para qué estamos aquí, o de dónde venimos, mi primer impulso es volcarle mis creencias, embadurnarla con mis conceptos.
 
Sin embargo, aunque me cuesta contenerme, hago el esfuerzo de contestar "no lo sé", porque siento que si respondiera otra cosa para ahogar sus dudas, estaría asfixiando su sano acto de dudar.
 
Cuando logro salirme de mi rol egocéntrico de padre sabelotodo, entiendo que lo mejor que puedo hacer por ella no es calmar su inquietud, sino precisamente lo contrario: alentar su búsqueda.
 
Así que, en lugar de un sermón, le digo que no lo sé. Le cuento que yo me hago las mismas preguntas que ella, y que buscar la respuesta es una de las mayores aventuras --no digo "la mayor aventura", aunque crea que lo es, porque no quiero ser absolutista ni siquiera en eso-- en la que puede embarcarse el ser humano.
 
Fue gracias a esa aventura que conocí maestros y atravesé experiencias que transformaron mi vida, y jamás haría algo para angostarle ese camino a mi pequeña indagadora.
 
Además, para ser sinceros, si el mismo Sócrates admitió que lo único que sabía con certeza era que nada sabía con certeza, decir "no lo sé" es la única contestación verdaderamente honesta que este humilde padre de familia puede dar.
 
 
 

A propósito de "Una Teoría del 21-12-12"

 
Una gran amiga, y por cierto gran especialista en neurociencia, me envía este breve reporte, que publicó días atrás la prestigiosa cadena londinense BBC en su sitio de Internet.
 
Will the Internet become conscious?
 
The Internet is a new lifeform that shows the first signs of intelligence. So says brain scientist Jeff Stibel.
 
He argues that the physical wiring of the Internet is much like a rudimentary brain and some of the actions and interactions that take place on it are similar to the processes that we see in the brain.
 
At the same time, he says, it is forcing us as humans to interact and think in new and different ways.
 
But, he tells BBC, this is just the beginning. The Internet is only going to become more and more intelligent, changing humans and society in ways which we are not yet able to understand.
 
Va la traducción:
 
¿Se volverá consciente Internet?
 
Internet es una nueva forma de vida, que está mostrando sus primeras señales de inteligencia. Así lo dice el científico Jeff Stibel.
 
Stibel argumenta que el cableado físico de Internet se parece mucho a un cerebro rudimentario, y algunas de las acciones e interacciones que tienen lugar allí son similares a los procesos que se observan en el cerebro.
 
Al mismo tiempo, agrega Stibel, Internet está forzando a los humanos a interactuar y pensar de maneras nuevas y diferentes.
 
Pero, dice a BBC, esto es sólo el comienzo. Internet se volverá cada vez más y más inteligente, y cambiará a los humanos y a la sociedad en formas que todavía no somos capaces de comprender.
 
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PD: El ritmo en "El Zentido de la Vida" es de una entrada por día, de lunes a viernes. Esta publicación no cuenta como la entrada de hoy, porque no es un aporte original de cosecha propia. El texto de hoy saldrá en un par de horas.
 
Saludos
 
 
 

miércoles, 28 de noviembre de 2012

La lección clave de la física cuántica

 
No hacen falta creencias teológicas para comprobar que todos somos uno.
 
Basta con la ciencia.
 
La realidad que vemos es una construcción de nuestra mirada. Eso lo sabemos.
 
La pared frente a mí, el árbol a través de la ventana, no son así como los veo. Son conjuntos de partículas que mis ojos captan como información. Información que envían a mi cerebro, el cual construye la imagen de una pared y un árbol.
 
Eso es lo que ocurre a simple vista.
 
Pero cuando la vista mira a través de potentes microscopios, lo que ocurre es distinto. El ojo ya no ve la pared, sino la partícula, aquello incluso más pequeño que el átomo.
 
El mundo subatómico.
 
Y en ese mundo subatómico ya no rigen las leyes del mundo a simple vista. Rigen las leyes de la física cuántica, que son muy diferentes a las que aprendimos de Newton.
 
En el mundo subatómico, por ejemplo, un objeto se ubica en diferentes lugares a la vez. La pared y el árbol ya no están ahí donde las veo, sino ahí y en otros lugares al mismo tiempo.
 
En el mundo subatómico, las posibilidades se presentan todas al mismo tiempo. El dado no marca un número determinado, del uno al seis. Marca los seis números al unísono.
 
El paso del mundo subatómico, regido por leyes cuánticas, al mundo a simple vista, regido por leyes newtonianas, es el eslabón perdido de la ciencia en este momento.
 
Nadie se explica cómo la misma realidad puede ser tan distinta en un plano y en otro. Cómo puede ser que, bajo el microscopio, las partículas que componen la pared y el árbol estén en diferentes lugares al mismo tiempo, y luego, a simple vista, la pared y el árbol estén en un determinado lugar y no en otros.
 
Aquí es donde, en mi humilde y limitada opinión, entra el concepto de unicidad del ser humano.
 
Si en el mundo microscópico están planteadas todas las posibilidades, y después, en el mundo que vemos a simple vista, sólo aparece una, significa que estamos todos de acuerdo, que nos hemos confabulado entre todos para que la pared y el árbol estén allí donde están, y no en otra parte. Para que el dado marque un número determinado, y no otro.
 
Ponernos de acuerdo en cada momento, a cada instante, acerca de infinitas probabilidades y entre 7.000 millones de personas que habitan el planeta, me suena complicado.
 
Más coherente me parece pensar que somos uno, y por eso vemos todos lo mismo.
 
Así como nuestros ojos son dos, pero forman parte de un mismo cuerpo y se combinan para ver una sola imagen, nosotros somos 7.000 millones, pero formamos parte de un mismo cuerpo y nos combinamos para ver una sola realidad.
 
 
 

martes, 27 de noviembre de 2012

La multiplicación de los panes

 
Los panes resultan muy pequeños cuando uno los come, señalaba la poetisa Phoebe Cary, pero muy grandes cuando uno los da.
 
Coincido con ella en que la clave reside en la mirada. Es el ojo el que empequeñece lo que se guarda y agranda lo que se regala.
 
Y el ojo responde a una costumbre, a un hábito.
 
Lo único que hace falta es un poco de disciplina para cambiar esa usanza, para entrenar al ojo a corregir ese vicio, a invertir esa errónea percepción.
 
El ejercicio, para quien estuviera dispuesto a hacerlo, consistiría en mirar lo que damos a los demás sin la distorsión del ego, observar lo que entregamos sin la angustia del desprendimiento, y ver lo poco que realmente es, en comparación con lo mucho que tenemos.
 
Eso sola acción, adoptada por un número suficiente de personas, bastaría para cambiar el mundo.
 
Yo no sé si Jesús hacía milagros. No estuve ahí como testigo. Si me obligaran a opinar, 21 siglos después, diría que no. Diría que los milagros eran en realidad metáforas de lo que verdaderamente importaba, que era el mensaje.
 
Entiendo, por ejemplo, que no fue un milagro lo que multiplicó los panes.
 
Fue el generoso acto de compartir.
 
 
 

lunes, 26 de noviembre de 2012

Pachamama

 
Si alguien emprendiera un recuento de dioses y diosas a quienes la humanidad ha rendido culto a lo largo de la historia, seguramente se toparía con innumerables referencias a un padre en el Cielo y a una madre en la Tierra.
 
En diferentes culturas, regiones y épocas ha habido un dios masculino representado, de alguna forma, por un padre que habita en el Cielo, y una diosa femenina representada, de alguna manera, por una madre que reside en la Tierra.
 
Tal vez sea por eso que, cuando pide, el hombre mira al Cielo. Porque sabe que ahí está su dador, su proveedor, su padre.
 
Tal vez sea por eso que, en momentos de aflicción, el hombre mira a la Tierra. Porque sabe que ahí está el consuelo que necesita. Ahí está la paz que busca.
 
Y tal vez sea por eso también que, después de una caída, el hombre suele levantarse con más fuerza...
 
Porque acaba de estar en los brazos de su madre.
 

 

viernes, 23 de noviembre de 2012

Una mejor forma de decirlo

 
Los griegos no decían: "Ha muerto".
 
Tenían, según reveló un profesor de lenguas antiguas, una mejor forma de decirlo.
 
Me fascinan las personas que se fanatizan con su ciencia, y este profesor era una de ellas.
 
Era, además, el tipo más conocedor de etimología que yo haya visto.
 
Apuntes que guardo de la universidad --por esa costumbre de almacenar papeles que mi mujer detesta-- me permiten repasar la lección sobre "muerte", vocablo que el idioma español tomó del término latino "mors".
 
La raíz indoeuropea "mor" se halla, siempre referida a la muerte, en varias lenguas. Entre ellas, la anglosajona, de donde deriva la palabra inglesa "murder".
 
El profesor remarcaba que, a diferencia del español, el inglés utiliza esa raíz para hablar de "asesinato", un hecho con serias connotaciones negativas. Para el acto de expirar, en cambio, usa "death", palabra de origen más luminoso.
 
"Death" viene del inglés antiguo "deao", cuya raíz indoeuropea es "dheu".
 
En latín, "deus" es "Dios". En griego no existe "deus", pero el padre de los dioses del Olimpo se llama "Zeus".
 
Y al llegar ahí, el profesor se fanatizaba.
 
Recuerdo su elogio a los ingleses, por haber acuñado el término "death", que a oídos latinos suena como un encuentro con Dios. Como un adiós.
 
Pero era al referirse a los griegos que se despertaba la verdadera pasión del catedrático.
 
Cuando una persona fallecía, nos explicaba, en la antigua Grecia no decían: "Ha muerto".
 
Con inocultable entusiasmo, el profesor nos contaba que los antiguos usaban una forma mucho más lógica, mucho más coherente, mucho más real.
 
Decían: "Ha vivido".
 

 

jueves, 22 de noviembre de 2012

Una prueba simple

 
"Hay un ejercicio muy sencillo", me dijo un verdadero maestro.
 
Me pidió que me quitara la camisa y me parara frente a un espejo. Me indicó que respirara hondo y retuviera el aliento.
 
Como buen discípulo, aspiré profunda y exageradamente.
 
Señalando el espejo, me mostró mis hombros. Con la inspiración se habían elevado e inclinado levemente hacia atrás. Con el aliento contenido, permanecían en esa posición.
 
Me mostró mi pecho. Con la inhalación se había erguido, y seguía así al mantener el aire.
 
Me mostró mi cuello. La tensión era evidente. Los músculos y tendones se marcaban contra la piel.
 
"El pecho erguido, con los hombros elevados y echados hacia atrás", me dijo, "es lo que yo llamo 'posición de gigante'."
 
Me explicó que la acción de tomar nos engrandece y la acción de retener nos engalana. Eso nos hace parecer más grandes. Nos hace sentir más importantes, lo cual conforta a la mente.
 
Luego me pidió que largara el aire.
 
El pecho se desinfló, los hombros descendieron, el cuello se desanudó.
 
El verdadero maestro me hizo ver que cuando soltamos el aire nos volvemos pequeños otra vez, lo cual puede no agradarle mucho a la mente.
 
"Pero la acción de soltar", dijo, "es la única que nos relaja".
 
 

miércoles, 21 de noviembre de 2012

¿Qué es la iluminación?

 
Todos hemos tenido, alguna vez, una muestra de lo que es la iluminación.
 
Una muestra de lo que es vivir en el continuo presente, respirando segundo a segundo, inhalando cada partícula de existencia.
 
Una muestra de lo que es entrar en un estado en el que nada nos importa demasiado, nada es muy grave, nada nos afecta. A todo le sonreímos.
 
Una muestra de lo que es transitar por la vida como si fuéramos livianos, como si estuviéramos elevados.
 
Como si estuviéramos ascendidos.
 
Así que todos sabemos lo que es la iluminación...
 
Todos los que alguna vez hemos estado enamorados.
 

martes, 20 de noviembre de 2012

Operación para embellecerse

 
Años atrás leí en alguna revista, seguramente mientras esperaba turno con el médico, un informe que resultó más interesante de lo que parecía.
 
Arrancaba la nota con una encuesta realizada en los Estados Unidos, en la que la gente votaba por los actores y actrices más bonitos de Hollywood. Lo interesante venía algunas páginas después, cuando el estudio mostraba, e ilustraba con fotos, lo que tenían en común las caras de los más votados: simetría y proporción.
 
El informe concluía que no importa la forma ni el tamaño de la nariz, de la boca, de los ojos, de la frente, de los pómulos. El factor clave, para que un rostro sea percibido como bello por la mayoría, es que todos esos elementos guarden simetría y proporción.
 
La simetría tiene que ver con el ordenamiento de las facciones. Que el eje de la nariz y la boca divida la cara en dos mitades exactamente iguales, o que ese eje sea perfectamente perpendicular a la línea de los ojos.
 
La proporción consiste en que los diferentes elementos mantengan una relación armónica con los demás elementos y con el conjunto de la cara. Una nariz chica o grande no es linda o fea de por sí, sino según su manera de combinarse con el tamaño del rostro y de los otros rasgos.
 
La boca divina de una mujer, podría perder su encanto si la trasladáramos a otra cara. Asimismo, una cara divina podría perder su encanto si le pusiéramos otra boca.
 
Muchas mujeres bellas dejan de serlo con la cirugía estética, justamente, porque alteran las justas proporciones que la naturaleza les había regalado.
 
Galeno sabía esto.
 
El médico y filósofo romano lo explicaba como "la armoniosa proporción de las partes; de un dedo en relación con otro dedo, y de éstos con el metacarpo y la muñeca, y de éstos con el codo, y del codo con el brazo".
 
Si las cosas no fueran así, entonces una de esas señoras que exageran con las visitas al cirujano podría pedir que le pusieran la boca de una actriz, la nariz de otra, los pómulos de otra, y marcharse del quirófano con la cara ideal. La realidad, sin embargo, es que difícilmente el resultado sería el deseado. La suma de rasgos perfectos no siempre da una combinación perfecta. A veces da una combinación monstruosa.
 
Así como ordena las características físicas --la cara y el cuerpo que una persona exhibirá por el mundo--, la naturaleza dispone también la forma de ser de cada uno. Esa forma de ser que le aportará un color único y especial al universo.
 
Pero a nosotros, a veces, no nos basta lo natural, como esa dama que no se conforma con su rostro original.
 
Las virtudes de los demás suelen parecernos mejores que las nuestras, y esa admiración nos lleva a querer imitar, querer tomar esas virtudes de otros y hacerlas encajar en nosotros.
 
Así vamos perdiendo la simetría de cualidades que la vida nos había regalado, y nos sucede lo que a la señora que se excedió con el bisturí: con el tiempo, ya nadie puede ver nuestros verdaderos rasgos. Ni siquiera nosotros mismos recordamos cuáles eran.
 
Llegado ese punto, hay que hacer algo. Hay que intervenir.
 
Hay que operar.
 
Tenemos que someternos a la operación de liberarnos de lo que no nos pertenece. Desprendernos de lo que habíamos tomado por imitación, por temor, por pensar que no iban a querernos si no nos parecíamos a alguien más. Por miedo a que nadie nos aceptara como éramos.
 
Ir quitándose lo ajeno es una de las acciones más liberadoras que pueden experimentarse.
 
Limpiarse de lo impropio, vaciarse de lo que no es natural de uno, recuperar las proporciones originales...
 
Es la mejor forma de embellecerse.